Los afamados PROGRAMAS DOBLES del Abuelito presentan hoy dos oscuros clásicos cien por cien British Horror!!!
Igual que sucede con África, sus junglas de juguete y sus mundos perdidos, Inglaterra como lugar soñado es cosa por la que se siente predilección en esta casa. Destetado con los británicos elfos y gnomos de la colección Marujita; amamantado por los tebeos de The Spider, Mytek, Zarpa de Acero y demás extravagancias tardo-victorianas de la Fleetway; criado a la sombra de los cantores del Imperio al estilo Ridder Haggard o Conan Doyle; crecido entre las historias de fantasmas de Le Fanu, M. R. James, Machen y su vastísimo grupo de colegas; desvirgado con la Hammer reviviendo goticismos desde Carnaby Street... Deuda la contraída con los bebedores de té de las cinco que como comprenderán no puede ser devuelta sino en forma de amor eterno.
Nieblas, callejones, sombreros de copa y circunspectos caballeros. Puritanismo de día y magia negra de noche; autobuses rojos en la superficie y Fu Manchú bajo las alcantarillas; engoladas y aborrecibles damas en salones góticos que comparten pavorosos fantasmas. Espectros que forman parte del patrimonio british tanto como Sherlock Holmes, Aleister Crowley o el punki de la cresta, glosados en innúmeras ghost stories, género tan de moda en la era victoriana, irracional reverso de aquel mundo encorsetado por las buenas maneras y la disciplina. A PLACE OF ONE´S OWN
Director: Bernard Knowles. Con James Mason disfrazado de viejo, Margaret Lockwood, Denis Price el de Jesús Franco, Barbara Mullen. Gran Bretaña, 1945
Una ghost story en toda regla es esta Una casa en propiedad. Canónico relato de un fantasma vengativo que posee a una joven trayéndola por la calle de la amargura en los días, claro está, de la Reina Victoria, en acomodada mansión -los aparecidos ingleses suelen llevarse mal con la pobreza-, su ambientación entre volantes, cofias y corsés de ballena no hace más que remitir a los iconos propios del género. Lo mismo que la comedida actitud de los protagonistas, más preocupados por no elevar la voz que por ser presa de cualquier ser de ultratumba.
Y es que estos caballeros y estas damas no pierden la compostura así les infecte la casa una legión de demonios. Nada de chillidos, nada de sustos, nada de carreras por los pasillos. Todo lo más un torcer de bigote, una pequeña tos y un lacónico "Hum, me temo que nuestra casa está encantada, querida", en las antípodas de los escandalosos yankis y sus traviesos poltergeist. No hay aquí sombras artificiales que potencien el misterio, ni se avistan ectoplasmas ni cualquier otro ente que se salga de tono: el fantasma se limita a silbar por la noche y a tocar el piano; la posesa guarda cama discretamente, sin histerismos ni alharacas.
Se agradece en principio esta irrupción de lo espectral tan pausada y tan discreta, como manda la tradición literaria, mas tal exceso de comedimiento acaba por pasar factura convirtiendo al filme en título idóneo para las bienpensantes puritanas que toman su té con una nube de leche mientras los criados sirven y las damas, entre sombreros con plumas y meñiques tiesos, se despellejan educadamente. O sea, en un artefacto frío como un témpano de hielo que destierra la emoción como asunto de mal gusto... Y hay que ver en qué poca cosa queda una historia de horror sin pasión, por hermosa que sea su cáscara...
THE GREED OF WILLIAM HART
Director: Oswald Mitchell. Con Tod Slaughter, Henry Oscar, Jenny Lynn, Aubrey Woods. Gran Bretaña, 1948
¡Esto es harina de otro costal! Y es que si Una casa en propiedad es una ghost story paliducha, como de almanaque navideño, The greed of William Hart es talmente un penny dreadful, aquellas publicaciones cochambrosas de horrores y crímenes por entregas que tanto fascinaron al lector inglés durante el siglo XIX. Por si hay alguno que ignora qué son, este BLOG AMIGO habla y reproduce muchos de ellos, y el último número de la obligatoria revista de pulp BARSOOM les dedica amplio espacio. Pringue, miserias, brutalidad y andrajos, tufo de alcohol barato y perfumes de mala vida, todo capaz de arrugar la nariz de cualquier victoriano pundonoroso.
Narra la historia de Burke y Hare, aquellos célebres desenterradores que vendían cuerpos cada vez más frescos a las facultades de medicina y que acabaron mal, pero que muy mal. Se llaman aquí señor Hart y señor Cooper, son dos llamicosos viejos de modales ofídicos que se tratan de usted, anteponen la palabra señor a sus nombres y comparten igual gusto por la buena educación y la degollina en cadena, como aquellos dos asesinos mariquitroles del bondiano Diamantes para la eternidad. No en vano Hart es el grande Tod Slaughter, el Bela Lugosi británico, histrión cautivador urdiendo siempre miserables perfidias. Hace un tiempo les hablé AQUÍ de él, a propósito de su estelar interpretación del Barbero Asesino de Fleet Street.
Slaughter es toda una delicia capaz de levantar cualquier filme que se le eche. Lo cual no es necesario en este, ameno y tosco a la vez como las publicaciones astrosas en que está inspirado. Gesticulante, de encogido cuello, lengua lujuriosa, labios gruesos de vicioso, dos chispas por ojos y un verbo envenenado, no puede encontrar mejor pareja que la de su compinche Cooper, interpretado por Henry Oscar, un repelente bajito de los que se creen guapo que gasta patilla de hacha, mechón engominado e hilillo de baba en la comisura. Entre los dos, prostituta que ven al matadero va...
Si en el primer filme todo era elegancia y refinamiento, en este no hay más que harapos y miserias. Slaughter vive en una antro que comparte con su madre borracha y su mujer embarazada a las que vapulea a placer. Su entorno es el cementerio, el burdel y la taberna, y sus conocidos una recua de perdedores y degenerados de muy mal vivir. Ni en el matar es delicado: un degüello, un garrotazo y a seguir bebiendo ginebra. Los crímenes suceden todos en off, que la censura británica era super remilgada y no permitía mostrarlos; el peso de la función recae en Slaughter y Oscar, encargados de transmitir todo el morbo y la maldad de la historia... y vaya si lo logran!
Un joven John Gilling ejerce de guionista y ayudante de dirección, no en vano dará más tarde a la Hammer alguno de sus títulos más logrados: inmejorable escuela es esta producción modesta, por no decir paupérrima, en la que todo lo que se vislumbra de la ciudad es un par de callejones sospechosamente parecidos que ilumina a medias la misma farola. Mejor, pues así gana en aspecto teatral, añejo como papel amarillento y capaz como aquel de despertar aún arcaico escalofrío...
15 comentarios:
Siempre he reinvindicado al fantástico europeo continental, tan desconocido, pero cómo amamos esa Gran Bretaña de nuestros sueñors y pesadillas, con el Londres perpetuamente brumoso y la Escocia de castillos embrujados...
Vaya, no conocía de la existencia esta versión de Burke&Hare en cine. ¡Gracias por presentármela! La buscaré y veré si la pareja está más a la altura de Karloff-Lugosi, de Pleasence-Rose o de, ay, Pegg-Serkis.
Gracias de nuevo, no sólo por la entrada, sino por todo el blog.
El fantástico europeo, y particularmente el de la Pérfida Albión, es territorio no suficientemente explorado en nuestros viajes, y que aún va deparando gratísimas sorpresas... Conocemos más el americano, seguramente por el celo que pone aquel pueblo en conservar e indagar en su cultura popular, algo digno de elogio...
Gusto de verle de nuevo por aquí, señor Moore. Creo que al menos como intérpretes estos Burke y Hare la han de gustar a la fuerza, pues pocos igualan su indigencia moral y su crueldad... aunque sea a base de histrionismos y palabras susurradas entre dientes...
Comparto esa devoción por lo bristish porque forma parte de mi más profunda cultura (profunda en el sentido de arraigado, en el sentido geológico de estrato, es decir, de lo que forma la base y no está en la superficie).
Y buscaré incansablemente ambas películas, que no conocía, pero de las que me ha abierto, también profundamente (en el sentido de intenso,marcado), el apetito.
Un cordial saludo.
La primera película la vi en la TV inglesa. Una ambientación exquisita y con Price, el de "Ocho sentencias de muerte". El pobre acabó mal, Franco tuvo problemas durante el rodaje de la psicotrónica "Dracula contra Frankenstein" por el alcoholismo de Price.
Slaughter es todo un actor de culto ahora en Inglaterra. Creía que era un seudónimo pero realmente se llamaba así "Mascre" un apellido tan apropiado como el de Max Schreck. Saludos. Borgo.
Bien dice usted, Barbusse: en el fondo mismo, allá donde se pierde toda noción de ecuanimidad, donde manda lo irracional. Que poco tenga que ver el territorio imaginado con la Inglaterra real en nada afecta a nuestra devoción, que siempre preferiremos el sueño a lo existente, letraheridos como somos...
Hombre, si uno nace bautizado como Masacre, qué otro destino le queda sino el de convertirse en icono del terror, por más que siempre el estilo british sea harto más pacato que el norteamericano, señor Borgo...
Espectacular y variado díptico el que nos propone, abuelete. Yo también poseo el especial victoriano de los amigos de "Barsoom" y soy tan fanático de los "Penny Dreadfulls" que poseo una edición completa de ese tocho, a ratos insufrible, llamado "Varney el Vampiro".
Buscaré ambos films, pese a todo, porque yo lo mismo me da un aberrunto con grasa, sangre y mendigancia, que con tazas de té, macramé y buen gusto espectral.
Un saludazo.
No sé, señor Wolfville, si ha podido usted culminar su lectura de Varney el Vampiro (yo siempre sentí curiosidad pero me echa atrás su colosal extensión); en todo caso usted que es aficionado a la cosa moderna del stempunk sabrá valorar adecuadamente la deuda que este contemporáneo género guarda con las roñas atávicas de los penny dreadfuls, genuinas extravagancias victorianas...
¡¡Un abrazo!!
Yo no soy admirador solamente de las películas de terror inglesas si no también y tal vez mucho más,del humnor británico,ése de películas como "pasaporte para Pimlico" o "Whisky a go go".
¡Vaya dos grandes títulos que acaba de nombrar, Angeluco! Me encantan los filmes de humor british, tal vez "Oro en barras" sea mi preferido en este sentido, si no la ha visto se la recomiendo... ¿Y qué me dice de las palículas victorianas inglesas, aquellas adaptaciones de Dickens como "Cadenas rotas", "Oliver Twist" o "Nicholas Nickelby"? ¡Otra fuente de maravillas genuina e inconfundiblemente brtitánica!!
Los años de la guerra y la posguerra fueron una era asombrosa del cine inglés: la comedias de la Ealing, las pelis bellísimas y bizarras de Powell, El tercer hombre, las primeras cosas de David Lean... y en nuestro negociado, la fabulosa Dead of Night, con sus episodios macabros.
...y seguro que por mucho que uno crea haber visto, aún nos quedan maravillas de esa era por disfrutar...
Las he visto,abuelito,las he visto.
Publicar un comentario