Director: Richard Cunha. Con Richard Travis, Cathy Downs, K. T. Stevens, Leslie Parrish y un montón de señoritas de toma pan y moja. USA, 1958.
Contrariamente a los que les han hecho creer, pobres ignorantes, la Luna no es un vasto espacio pelado lleno de aburridísimos pedregales. No señor, está poblada por bellísimas señoritas ávidas de macho terrícola; así lo demuestran muchos documentales científicos de comprobada solvencia, como Cat Women of the Moon o Queen of Outer Space. Eso es verdad incontrovertible desde los tiempos del pionero don Segundo de Chomón, como ya les expliqué AQUÍ hace algún tiempo.
Richard Cunha, un avispado director de perlas del descerebre simpaticón del calibre de She Demons o Giant from the Unknown, ha venido una vez más a probar la teoría, y lo ha hecho con una convicción tal que para mí no ofrece duda alguna.
Concretamente, la población selenita que habita las entrañas de los cráteres que desde aquí vemos la componen una serie de alegres misses (Miss Illinois, Miss Nebraska, Miss Arkansas, Miss Oklahoma...), seguramente engañadas por Cunha a la salida de un concurso de belleza. Fama, fortuna y gloria inmortal debió prometerles, y miren por dónde, los fans hemos acabado por darle la razón.
Mozas espectaculares, minifalderas, escotadas y con sandalias de tacón, que dedican su tiempo -en un mundo cerrado que desconoce lo masculino- a pasear indolentes por la corte de quien es su soberana, una buena mujer empeñada en lucir un extraño armatoste en la cabeza símbolo de su omnímodo poder. Su monótona existencia se ve alterada cuando desde América arriba al satélite el cohete de un sabio, tripulado por cuatro varones y una hembra harto más recatada, que van a revolucionar en un santiamén la diminuta civilización lunar. Una araña gigante, un golpe de estado, una cámara de torturas y varios monstruos de piedra viviente completan el exótico panorama.
Sí, ya imagino que se han dado cuenta de que ni su planteamiento, ni su desarrollo ni su ejecución son muy originales; aún así, Missile to the Moon es puro artefacto Pop, sin duda la más refrescante de todas las incursiones de los astronautas humanos en el Espacio ingenuo y carnavalesco de los años cincuenta. Qué quieren: es ágil, desvergonzada, corta, simple y eficaz... ¡Este cine tontuelo y chispeante cada día me gusta más...!