Hace tiempo ya que estoy convencido de que todo esto de las categorías de lectura por tramos de edades no es otra cosa que un intento de censura; no en vano el tema lo introdujo legalmente el órgano encargado de administrarla en tiempos del Tío Paco con aquello que muchos recordarán de "Revista infantil", "Revista para los jóvenes", "Revista juvenil femenina", etc. Nuestro tiempos, amparados en la hipocresía de lo políticamente correcto, perpetúan el sistema bien que de modo menos expreso. Yo prefiero con mucho la libertad de escoger sin trabas, vergüenzas ni etiquetas.
Ya lo dije AQUÍ cuando hablé de Pumby: uno de los peligros que conlleva tal actitud es la de menospreciar alegremente la obra de quienes pensamos trabajan para públicos infantiles: como si lo que en realidad existiesen fueran otra cosa que novelas, historietas, películas... bien o mal contados.
Viene a cuanto tal disquisición de un tebeo de ahora, que saben es materia en la que no suelo abundar a no ser que como en este caso estime imprescindible su difusión al tratarse de un producto muy afín a los de antaño, resultado de innúmeras lecturas y devociones que el autor deglute, reelabora y devuelve con mimo a la actualidad con voz propia, sin escudarse en socorridos revivals u homenajes.
Se llama Golfiño y los Invasores y es obra de don Fausto Isorna publicada por primera vez en 2003 como se hacía antes, a ritmo de media o una página a la semana en el que fuera último de los grandes semanarios juveniles editados por estos lares, el gallego Golfiño. Lástima que con la cosa esta del paraíso políglota del que hoy disfrutamos su difusión apenas sobrepasase el Telón de Grelos; lástima, digo, porque fue cabecera semanal dirigida con el mismo espíritu, ánimo y calidad de cualquiera de los grandes tebeos europeos de los 50 y 60, incluyendo el inmarcesible Chicos español de unas décadas antes.
Golfiño fue el personaje emblema de la revista; su primera peripecia larga, este enfrentamiento con alienígenas en las calles de Compostela que quedó interrumpida cuando cerró el semanario en su entrega ochenta y nueve. Se presenta ahora debidamente concluido; su guión, de tono marcadamente juvenil para los eternos Inquisidores del Ocio, supone un regreso hoy muy raro de ver hacia las espléndidas raíces de la historieta, buceando Fausto gustoso entre tipos y lugares comunes de la comedia y la ciencia ficción para jugar con ellos el juego eterno del Género ante el ojo agradecido del lector.
Sabe el señor Isorna como pocos mover a sus personajes, que parecen saltar de viñeta en viñeta movidos por un ritmo endiablado fruto tanto de su dibujo suelto y funcional como de un argumento que no da respiro, un Todo narrativo como hacía décadas que uno no se echaba a la cara. Un tebeo orgulloso de ser tal, rara avis capaz de devolver un placer casi olvidado y siempre añorado: el de perder entre sus viñetas la conciencia propia y dejarse llevar por la acción sin pensar, ingenua y gozosamente, como sucedía antes, en una vida anterior tal vez, hace muchííííísimo tiempo...