2012-10-26

TODOS LOS SANTOS sangran


GORE PARA NIÑOS ANTISEMITAS
Se acerca la festividad de Todos los Santos, ahora sustituida por la cosa esa extranjera del Jalogüin, y no sé porqué: si lo que querían los niños era asuntos de terror y miedo, el catolicismo los proporciona de sobras y harto más genuinos.
No hay hagiografía sin derrame de sangre, sea en forma de purulento estigma, de cuerpo aseteado, de imágenes que lloran plasma o de torturas de refinamiento tal que excitarían la imaginación del menos sádico de los hombres. Los ancianos recordamos haber mamado semejante religiosidad, a caballo entre la aberración y el misticismo más necrófilo. Hoy son otros los tótems que venera la tribu, mas cuidado: detrás de todo ídolo acecha la sangre.
Para celebrar a nuestro modo la festividad religiosa que se avecina, nada mejor que traer al Desván este cuento pío, editado en diciembre de 1931 en Barcelona y destinado al adoctrinamiento infantil. Narra la vida ejemplar, pero breve, del mártir Dominguito de Val, según marcan las pautas de la leyenda medieval por la que los judíos festejaban la Pascua crucificando niños, mito muy extendido y que ha justificado más de una atroz matanza... hasta tiempos muy pero que muy recientes, no se crean ustedes. 


Dominguito, perturbada su infancia por sueños de martirio y ansias guerreras, no tiene mejor ocurrencia que dedicarse a provocar a los habitantes del gueto, más cerca de las bestias y los demonios que de los seres humanos: a lo mejor es a eso a lo que llaman los biempensantes La España de las Tres Culturas. Entreténganse en leer la selección de textos y beban cada adjetivo, cada reflexión, cada matiz: el mismísimo Hitler lo habría aplaudido con entusiasmo.




Los pérfidos Hijos de Sión, hartos del niño, de su padre y de todo cuanto es bueno y sacro, afrontan el rito acostumbrado, crucificando a la incordiante criatura en secreto para recoger su sangre. Ya les digo, religión y sangre son más que hermanos, nunca va una sin la otra.  
Para cuando llega la mitad del librito es de suponer que sus desvalidos lectores están ya aterrorizados: entonces, a modo de póster en página doble, contemplan la bonita estampa del agonizante infante. Y de sus aborrecibles torturadores, barbados y salvajes.

Cadáveres sin cabeza, hebreos sin corazón, procesiones fúnebres, infancias escarnecidas: nada falta en tan terrible cuento. Alimento de generaciones de españoles, no es de extrañar que esta tierra no haya extirpado aún el cainismo: nos lo han metido durante siglos en la sangre, nunca mejor dicho...

(Santo Dominguito de Val. Editorial F.T.D. Texto de F. T. D. - Impagable portada de J. Navas. Ilustraciones de F. C. Barcelona, 1931)

2012-10-21

Superhombres Ibéricos: El Duende

 
Grandes Personas con Bigote, nuestra más veterana sección, presenta a don
JESÚS SERRANO
                                                                                                                                                                 
Es más que posible que el nombre de Jesús Serrano les diga así de buenas a primeras más bien poco, y sin embargo, cuántos de ustedes no habrán quedado alguna vez absortos ante sus obras. Fue don Jesús el ilustrador de gran parte de los cromos que la prolífica Editorial Maga editase en los sesenta y setenta, ventana al universo donde en chillones colorines se mostraban sus infinitas facetas.
Dibujante realista, esforzado autodidacta y cocinero antes que fraile, previamente a su consagración al cromo se responsabilizó de algunos seriales de aventuras. Y no de los más desdeñables, desde luego. Oriundo de Larache y residente en Valencia, sus historietas son contadas. Las más importantes las facturó para Maga cuando el formato cuaderno comenzaba lento declive.
Entre ellas mi favorita es sin duda esta saga de 1961, El Duende, superhombre ibérico donde los haya, tenido por inmortal por sus enemigos, habitante solitario de un castillo tenebroso, poseedor de una máquina capaz de curar al instante cualquier herida y de un chaleco antibalas que le permite reírse de cuanta pistola y metralleta se cruce en su camino. Su estirpe es la del genuino superhombre, tanto al menos como lo permiten las hispánicas viñetas. 



Y es que todo superhéroe ibérico parece serlo un poco a medias, mucho más en deuda con cuanto personaje pulp ha sido que con sus empijamados colegas americanos. Como confirmándolo, combate El Duende con saña durante más de la mitad de su vida a un émulo de Fu Manchú llamado Chug Lang, que en la mejor tradición del género proclama a voces cada dos por tres su voluntad de convertirse en el amo del mundo. Un pirata de ultratumba, un submarino atómico terrorista y un falso rajá que pretende el trono del Preste Juan completan el grupo de sus enemigos.






Festín de colorines contado a ritmo endiablado, asoman por la serie yetis en calzoncillos, yogis con poderes, pulpos gigantes, momias redivivas, mujeres en peligro y otros delirios pop de los que tanto se aman en esta casa. Serrano plasma hábilmente el aire frenético y un tanto enloquecido que el tema requiere, lejos, eso sí, de la espectacular modernidad de los genuinos personajes made in USA. Hijo del subdesarrollo como nosotros mismos, ¿cómo no iba El Duende a gozar de un lugar privilegiado entre nuestros amores de a peseta?

2012-10-17

The return of Dracula

THE RETURN OF DRACULA
Director: Paul Landres. Con Francis Lederer, Norma Eberhardt, Virginia Vincent, John Wengraf. USA, 1958
 
A estas alturas el ver a Drácula por tierras americanas ya no extraña a nadie, desde aquel primer viaje del Conde Lon Chaney Jr. a las señoriales mansiones de Florida de la mano de San Siodmak en Son of Dracula. Encallecidos como estamos con el chupasangres después de tantos Bláculas, Dráculas 73, Jovencitos Drácula, efébicos no muertos, condes Yorga, sucedáneos charros, italianos sedientos, pakistaníes bailarines, guaperas con colmillos y demás alejamientos kilométricos del personaje de Stoker, lo que realmente sorprende es encontrarse con un filme del género que como en sus raíces se consagre por entero a una misión: dar miedo.

Traslada The return of Dracula al Conde desde las podridas tinieblas de la vieja Europa -el mal, lo antiguo- a la Norteamérica del sueño suburbial, lugar inocente como Nuevo Mundo que es. Siguiendo el esquema que enseñase don Alfredo en La sombra de una duda, el vampiro escapa de sus perseguidores checoslovacos hacia Estados Unidos suplantando la personalidad de un artista huído del Telón de Acero, infiltrándose en el seno de una arquetípica familia respetable y optimista. Allí se dedica en seguida a lo acostumbrado, mordiendo jovencitas y practicando un juego de equívocos sombríos.
 
No es el argumento muy original, ya lo ven, mas sí y mucho sus formas. No hay en The return of Dracula un átomo de humor. De cabo a rabo es sin respiro puro terror del que apela a lo más profundo, el sexo y la religión, no con alharacas grotescas sino hurgando en las esencias, como solo el añorado Stoker supo hacer. El vampiro es el Mal con mayúsculas que infecta y contamina un organismo sano y feliz; la parábola deviene social y hasta metafísica, y el No Muerto muta en arquetipo satánico miltoniano, enemigo de cuerpos y almas, todo grandeza y ambigüedad.
 
Desde el primer al último fotograma lo ominoso pesa como una losa oprimiendo el ánimo. Se encargan de ello una dirección milimétrica, atenta al encuadre, dramática, encaminada fatalmente hacia el morbo y la oscuridad; una fotografía de quitar el hipo capaz de convertir en gótico lo cotidiano; y un guión que, prodigiosa metamorfosis, cambia un argumento conocido en nuevo sin incurrir un solo instante en la parodia.
 
Y menudo Drácula compone Francis Lederer, nada menos que el amante de Lulú Brooks en la sagrada La caja de Pandora. Educado, viril, imponente No Muerto de ojos acuosos, cadavérico y seductor, atracción del mal canalizada por una pulsión sexual de destrucción que casi se palpa. Una de las incursiones del Conde más convincentes de la pantalla que devuelve al personaje a los orígenes y logra que por una vez olvidemos su cualidad de icono Pop, narrada con tal convicción y firmeza que consigue  hacernos ver un filme de vampiros como si fuese la primera vez. Milagros de la serie B.
 

2012-10-13

Actualidades urgentes: Sherlock Holmes y el Dr. Brande

1.- EL REGRESO DEL DR. BRANDE
Hay gentes, ya conocen el dicho, que si no existieran habría que inventarlas. Ni me acuerdo ya de las décadas que lleva Paco Arellano investigando y difundiendo la más oscura ciencia ficción, los genuinos relatos pulp, las más recónditas fantasías españolas. La mayoría de ustedes frecuentarán, supongo, la Biblioteca del Laberinto desde la que Arellano edita hace años un catálogo de clásicos esquivos, inéditos, obligatorios.  

Un auténtico connoisseur que visita las fuentes más exquistas y  que de ellas se trae joyas con las que nadie se habría atrevido a soñar, de aquellas que espantan a cualquier mercader de libros de los que gustan vender a peso, contará siempre con la devoción de perpetuos curiosos como nosotros. Quien se ha atrevido a sacar en fascículos reediciones de desquiciados folletines franceses con sus ilustraciones originales de 1889, como Los desterrados de la Tierra; deliciosos álbumes gráficos como el seminal La guerra del siglo XX, del grandísimo Albert Robida; o canónicas ediciones del Harry Dickson original, había de emprender un día u otro el rescate de la más interesante historieta de ciencia ficción española de los cuarenta: El descubrimiento del Dr. Brande.
 
De esta serie de tres tebeos ya les hablé hace tiempo AQUÍ, así que no sean gandules y vayan ahora mismo a consultarlo, que no querrán que este anciano trabaje dos veces. Ciencia ficción plenamente adulta, muy lejos de la space opera a lo Flash Gordon entonces tan en boga; adaptación inconfesa, según explica la minuciosa introducción de El Nictálope, de la novela de Ray Cummings Tarrano el conquistador, conocida en España en los años treinta por la edición de Novelas y Cuentos.
Una edición hecha con mimo y respeto, como debe ser, a partir de una limpieza a fondo de los tebeos originales, impresos en tan cochambrosas condiciones -en plena Guerra Mundial con papel y tinta racionados- que dificultan la visión de los dibujos de Aguado, tan hermosamente art decó. Clásico rescatado al que debieran prestar la atención que merece: no todos los días resucita una pieza magna de nuestro pasado fantástico, tan remoto y desconocido...
(ISBN: 978-84-92492-61-9. bibliotecalaberinto@yahoo.es )


2.- LA RATA GIGANTE DE SUMATRA

 Don Alberto López Aroca ha demostrado ser conspicuo holmesiano y escritor de raza. Aún me dura el buen sabor de boca de sus Espectros conjurados de estirpe peruchiana, volumen delicioso abundante en temas de los que por aquí interesan: los avatares de una imaginada editorial de pulps de los años treinta, la reunión en Salamanca del profesor Challenger y el doctor Van Helsing o la suerte corrida por ilustres folletinistas en la turbulenta Madrid en guerra.   
A Sherlock Holmes lo  ha abordado varias veces en deliciosos pastiches de inequívoco sabor victoriano: en forma de ensayo en su Sherlock Holmes y lo Outré, o como novela en Sherlock Holmes y los zombies de  Camford, un muy recomendable pulp de hoy en día incluso para quienes como yo desconfían por sistema tanto de la palabra zombie como de las resurrecciones del maestro de Baker Street.  


López Aroca se ha propuesto ahora averiguar acerca de la Rata Gigante de Sumatra, aquella criatura a la que el Dr. Watson aludiera en un relato del Canon. Y para ello ha abierto una suscripción por internet (tanto él como ustedes lo llaman con una palabreja en inglés que no logro retener) que asegure la llegada del volumen a los interesados. Yo, desde luego, ya me he suscrito, que el término me huele a folletín de los que se arrojaban por bajo de la puerta.  
Él se lo contará mejor que yo si son ustedes cabales y siguen este enlace:
http://www.lanzanos.com/proyectos/charlie-marlow-y-la-rata-gigante-de-sumatra/
Iniciativas a contra corriente, como a mí me gusta. Causas, de las pocas, por las que todavía merece la pena apostar...

2012-10-06

Arturo Fernández contra la Bestia del Terror

EL SONIDO DE LA MUERTE
Director: José Antonio Nieves Conde. Con Arturo Fernández, José Bódalo, Soledad Miranda, Lola Gaos, Ingrid Pitt. España, 1966
 
Fue don José Antonio Nieves Conde uno de aquellos jóvenes formados a la sombra del Régimen (de Franco, por supuesto) que sin plantearse romper con la dictadura, se creyó el cuento de la revolución social que Falange tenía que traer y que en el mejor de los casos quedó en eternamente pendiente. Lo que no impidió que Nieves realizara uno de los más estimables filmes denuncia de la posguerra que todos ustedes debieran conocer al dedillo: Surcos, facturada en el año 1951, el mismo en que dirigiese la peli de propaganda católica Balarrasa. Ya lo ven: una de cal y otra de arena.
 Semejante trayectoria, como pueden imaginar, le valió un montón de odios y manías de uno y otro lado. Con todo, nadie se atrevió a decir que don José Antonio no supiese usar una cámara. Narrar en imágenes es arte que nunca se le escapó, ahí están para demostrarlo títulos como el trhiller Los peces rojos (1955), amargas comedias neorrealistas como El inquilino (1957) o gloriosos encuentros de grandes actores -Pepe Isbert y Tony Leblanc- en la piadosa, valga la redundancia, Don Lucio y el Hermano Pío (1960). O este atípico filme de miedo que traemos hoy, El sonido de la muerte, dirigido en 1965, antes de que el fantaterror español de sostenes, colmillos y aullidos inundase nuestros cines de reestreno.  
Dice mucho de nuestro triste desinterés por el pasado el que no pueda verse este Sonido de la muerte más que en copia editada en Norteamérica; y eso que el reparto es de lo más castizo: Arturo Fernández como galán, Lola Gaos haciendo un ama de llaves llamada Calíope, José Bódalo, como siempre a caballo entre lo racial y lo animal, Soledad Miranda, la musa de Jesús Franco, paseando su adorable palmito por el parco escenario donde discurre la acción. No me negarán que solo por ver a semejante elenco combatiendo a un dinosaurio antediluviano la película ya valga la pena...
Y es que el filme es una monster movie, nada menos, con el típico esquema de un grupo de personas atrapadas en una casa que asedia un bicho con muy malas pulgas: de Alien a Musarañas asesinas el planteamiento se ha repetido cien veces. Estamos en Grecia, junto a un variopinto conjunto que mientras busca un tesoro en una cueva, despierta a la incierta criatura surgida de un huevo fosilizado que ha de despacharlos uno por uno. No por sabido deja el mecanismo de funcionar: hábilmente se nos hurta el aburrimiento, lo que tiene más mérito de lo que parece.
Porque el ser atávico en cuestión es invisible, con lo que el peso de la acción recae en las relaciones establecidas entre los personajes, enturbiadas como siempre por la codicia y el sexo. Invisiblidad la del monstruo que evita el ridículo de un maquillaje fuera del alcance de un paupérrimo presupuesto que es a la vez su mayor virtud y su peor defecto. Virtud, porque le obliga a sacar el máximo partido a sus escasos elementos: la cueva del tesoro, la casucha donde el grupo se reúne, los miserables trucajes, consiguiendo que el espectador aguante hasta el final, lo que no es poco.
Defecto, porque la cosa resulta de una austeridad espartana, parquedad que acaba por contagiarse a una dirección funcional sin alharaca alguna. Y también porque, qué quieren, uno ama lo grotesco, la estética desvergonzada de las barracas del terror de las ferias, y añora pues contemplar a ese monstruo de goma que -no sin motivo- se nos tiene oculto todo el metraje de esta rara avis del cine español...