No hay editor de literatura popular en cualquiera de sus formas, tebeo incluido, que no sepa que hay tres iconos capaces de hacer subir las ventas de un producto si aparecen en su cubierta. Una mujer ligera de ropa, un gorila o un esqueleto. Máxime si éste último trasciende su papel y se transforma en alegoría de la parca. Reconocerán, señores, que una buena calavera con sus cuencas vacías mirándonos es capaz de animar cualquier imagen por banal que ésta sea.
Para muestra un botón. Aquí tienen Huesudas del más diverso pelaje, con sudario, con sombreros varios, con montera taurina y hasta aficionadas a la música y la sinfonía, capaces lo mismo de marcarse una samba que de esgrimir las baquetas de un timbal. Proceden de distintas colecciones de novelas, todas aparecidas entre 1935 y 1954, con cierto regusto a conciencia de la vanidad del mundo. Quien tenga curiosidad de conocer la filiación de cada una de ellas, que lo pregunte que con mucho gusto le atenderé. Los demás, confórmense al menos con contemplar la belleza de tan sinceras imágenes.
Lo que sería de nosotros sin la muerte es cuestión de filosóficas honduras que no es momento de abordar. Los pulps, desde luego, no serían nada, pues necesitan reflejar en cada momento lo efímero y valioso de la existencia. Nada mejor para ello que el contraste, la calavera reverso y fondo de nuestro propio rostro, recordatorio final de la única verdad a nuestro alcance: dentro de cien años, todos calvos...
Para muestra un botón. Aquí tienen Huesudas del más diverso pelaje, con sudario, con sombreros varios, con montera taurina y hasta aficionadas a la música y la sinfonía, capaces lo mismo de marcarse una samba que de esgrimir las baquetas de un timbal. Proceden de distintas colecciones de novelas, todas aparecidas entre 1935 y 1954, con cierto regusto a conciencia de la vanidad del mundo. Quien tenga curiosidad de conocer la filiación de cada una de ellas, que lo pregunte que con mucho gusto le atenderé. Los demás, confórmense al menos con contemplar la belleza de tan sinceras imágenes.
Lo que sería de nosotros sin la muerte es cuestión de filosóficas honduras que no es momento de abordar. Los pulps, desde luego, no serían nada, pues necesitan reflejar en cada momento lo efímero y valioso de la existencia. Nada mejor para ello que el contraste, la calavera reverso y fondo de nuestro propio rostro, recordatorio final de la única verdad a nuestro alcance: dentro de cien años, todos calvos...