IT! (The curse of the Golem)
Director: Herbert J. Leder. Con Roddy Mc Dowall, Jill Haworth, Paul Maxwell, Alan Sellers. Gran Bretaña, 1967
Director: Herbert J. Leder. Con Roddy Mc Dowall, Jill Haworth, Paul Maxwell, Alan Sellers. Gran Bretaña, 1967
Variada es la suerte de la criatura que el rabino Judá Loew Ben Bezael moldeara del barro primigenio en su cubil del gueto de Praga. Asomó, puro símbolo, mera excusa, en las páginas febriles y esotéricas del iniciado Meyrink; cobró vida de la mano de dos teutones, Galeen y Wegener, en diversas aventuras de las que solo una ha sobrevivido, esculpida a hachazos con la estética brava y contundente del expresionismo; resucitó en el París de entreguerras gracias a Julián Duvivier, quien le devolviera su aire legendario y su poesía hondamente europea; y fue a dar por último a las Islas Británicas, donde abandonada toda veleidad artística mutó en enloquecido relato pulp, disparatado, extemporáneo, disfrutable por cuantos como yo aprecien la desvergüenza y el exceso.
Todo monstruo acaba por transmutarse en género, y si no que se lo pregunten al Moderno Prometeo de Mary Shelley, que de símbolo de la humana caída ha quedado en espantajo verdoso, o a la desdichada criatura de Abraham Stoker cuya grandeza crepuscular es hoy hormona revuelta y acné juvenil. Mejor es la fortuna, en este sentido, del Golem, que al fin y al cabo se convierte gracias a las artes del ínclito Herberto Leder en monstruo prototípico, zoquete, malas pulgas y aficionado a errar por ahí adelante llevando en brazos a chicas en camisón, como manda la costumbre de su estirpe.
Responsable de semejante descenso a los abismos es este británico Herbert J. Leder, un auténtico Juan Palomo digno de figurar en el podium del destarifo junto a titanes como Al Adamson o Ted W. Mikels; guionista, productor y director de sus escasos filmes que incluyen cabezas de líderes nazis congeladas prestas para volver a la vida (The frozen dead) o asesinos en serie que reparten caramelos (The candy man), protagonizados por estrellas en derribo de la talla del gran Jorge Sanders o Dana Andrews.
En It!, que así se llama este Golem, es el otrora niño prodigio Roddy McDowall el encargado de dar vida a un psicopático empleado de museo que guarda en su casa el cadáver disecado de su mamá -sentada en una mecedora como la de Antonio Perkins en Psicosis-, acumula rencores contra superiores y chicas rubias y descubre el modo de volver a la vida al Golem, una estatua de piedra de extraño aspecto que obedece sus órdenes de criminal resentido. Ser superpoderoso más feo que Picio, es capaz de resistir el impacto de una bomba atómica o de derribar el puente de Londres en un santiamén, sólo para impresionar a la que el loco de McDowall pretende que sea su novia.
Lo adivinaron: el filme apenas tiene pies ni cabeza; su aire antañón es el una monster movie de los cincuenta; sus diálogos, hilarantes; sus medios, muy limitados y sus escenas, cumbres de eso que algunos de ustedes llaman psicotronía. Ver al fugitivo McDowall recorriendo Inglaterra perseguido por "el ejército" (dos soldados y un general en un jeep) mientras conduce un coche fúnebre en compañía de una moza secuestrada, la estatua viviente y el fiambre de su madre con el que toma el té cada dos por tres es cosa que no deja de provocar enorme pasmo al más pintado. A mí estos excesos me simpatizan, ya lo saben, que desvergüenza y frescura es cosa que nunca estorba en este mundo sobrado de pretenciosidad, ínfulas y pedantería que nos toca vivir todos los días...