2008-01-22

Quince películas de Bela Lugosi



Los ojos misteriosos de Londres (The Human Monster)
Walter Summers, 1939

Un argumento grande de los de verdad, con la mezcla siempre grata de horror y locura habitual de la Monogram. Luz prodigiosa para un soberbio título en el que el Dr. Feodor Lugosi Orloff asesina a sus clientes tras prestarles dinero y hacerles firmar un seguro a su nombre. Método ingenuo y enrevesado, la verdad, que se perdona de inmediato por la iconografía siniestra del relato, una puesta en escena oscura y artificial donde deambulan imponentes Bela y sus acólitos. Hay monstruo deforme y ciego, legiones de macabros invidentes, víctima atada en mesa de operaciones y laboratorio secreto que se incendia ¡Ejemplar!




Chandú on the magic island (Versión condensada del serial The return of Chandú) Ray Taylor, 1935

Segunda aparición fílmica del personaje Chandú, un ocultista antecedente del Doctor Extraño de la Marvel. Portento en el que se suceden sin interrupción raptos nigrománticos, conjuros, ídolos siniestros y combates en el plano astral. Monumento a lo irracional aderezado de un lenguaje ditirámbico con el que Bela, el Mago Bueno, intenta asustar a los Hombres Gato del Templo de Vitras, el Sumo Sacerdote de la Isla de Lemuria, entre dislates, encantamientos y aventuras coloniales, deliciosas extravagancias del género.



Miedo a la muerte (Scared to death)
Christy Cabanne, 1947

Otra de las películas de la Monogram en las que el guión parece obra de un enemigo mortal de la lógica. Embarullado asunto de hipnosis asesina, fotografiado en color a mayor gloria de un Lugosi magnetizador al que acompaña el inicuo enano Angelo Rossito. Todavía Bela mueve las manos como en Dracula y compone las únicas escenas salvables, decadentes a más no poder. Todo muy rutinario y hasta algo desganado, desde los desvaídos actores a una puesta en escena muy lejos de la magia y lo gótico que tantas veces salvan las series Z. Ay, chiquillos, pero qué mala que es la dronga.


El acecho del fantasma (The Phantom Creeps)
Ford L. Beebe y Saul A. Goodkind, 1939

“Vosotros habéis tratado de destruir al mayor genio que el mundo conoció jamás. Ahora, que el planeta entero aguarde mi venganza”. Así reza la nota que el Dr. Lugosi, perdón, Alex Zorka, remite a la humanidad en general, aunque el caso es que ya debiera estar acostumbrado a que las autoridades le chinchen y le revoquen sus licencias. Pues nada, a refugiarse en sótanos y fabricar bombas arácnido, cinturones que hacen invisible y androides gigantes con colmillos. Doce capítulos sin tregua servidos por un equipo de expertos, Bela componiendo alegre su mejor mad doctor y un robot megabizarro convierten esta perla secreta en uno de los mejores seriales de todos los tiempos.



La sombra de Frankenstein (Son of Frankenstein)
Rowland V. Lee, 1939 / Ghost of Frankenstein
Erle C. Kenton, 1942

En la mejor saga de terror de todos los tiempos, nada menos, ahí es donde creó Bela el grande su personaje dominante. Sí, su Drácula es supremo, pero se prodiga poco. En cambio, ¿no es el Igor de las dos películas del Frankenstein de la Universal el ser más furiosamente antisocial que ha visto el cine? Jorobado, necrófilo y asesino, revivido tras ser ahorcado, desafía con su voz cascada a cuanta autoridad se le ponga por delante. Odia a la humanidad, qué caramba, y si se acerca a su castillo les tira piedras y hasta cartuchos de dinamita. Se burla en sus barbas de las fuezas vivas del pueblo, que no pueden legalmente condenarle de nuevo: eso son arrestos y lo demás pamplinas. Ver a este ermitaño nihilista y deforme tocando su cuerno en la noche, paseando con su amigo el monstruo a la luz de la luna, vagando entre laboratorios y castillos ruinosos, ejerciendo de demonio tentador sobre los infelices doctores Basil Rathbone y Lionel Atwill... qué placeres exquisitos. Y si Son of Frankenstein respira poesía expresionista depurada en un guión todavía coherente, Ghost of... es la definitiva inmersión en los avernos del género, con personajes y melodrama canónicos. Qué narrativa, qué decorados, qué actores: para caerse la baba.




El Poder Invisible (The Invisible Ray)
Lambert Hillyer, 1936

Un enfrentamiento Karloff –Lugosi lastrado por un desarrollo algo premioso. Al inestable Boris le roban a su mujer, el meteorito que ha descubierto y su futuro como científico. Menos mal que pronto deviene en monstruo fluorescente y con su poder radiactivo emprende el desquite contra su rival Bela, un compadre poco de fiar. La atmósfera no está del todo lograda, pero sale un rayo de la muerte con el que el Karloff igual derrite estatuas que cura la ceguera de su mamá, que por sí solo ya redime la cinta.



The corpse vanishes (El ladrón de cuerpos)
Wallace Fox, 1942

La más insensata –y ya es decir- de las películas del Tío Bela con la Monogram. Nada menos que a raptar novias catalépticas al pie del altar se dedica el doctor Lorenz, de nuevo Lugosi en su eterno papel de científico loco. Pero no para aprovecharse de la carne joven, no, sino para sacarles la sangre con objeto de rejuvenecer a su esposa, una especie de momia a la que guarda en un ataúd en sus fases durmientes, y a quien sienta en un trono –entre enanos, sicarios y gentes de mal vivir- los pocos ratos en que sale de su morbidez transformada en una mujer fatal. Absurda hasta lo surreal, una maravilla obligada para todos los amantes del cine loco sin paliativos.


Satanás (The black cat)
Edgar G. Ulmer, 1934

Que Don Bela tuviese sana envidia de su colega Sr. Karloff era de esperar, visto el diferente humor con que afrontaron sus carreras. Pero que lo que quisiera en realidad fuese despellejarlo vivo para disfrutar de su agonía resulta bastante más preocupante. Metáfora de la vida misma, tal que así hace en esta cinta el Doctor Vitus con su enemigo Boris, un arquitecto de la Bauhaus elegante y traidor. Venga de incordiarse y hacerse chichinas el uno al otro, torturándose en un escenario límpido, estilizado y moderno en las antípodas de las mugres andrajosas tan del gusto de ambos. Un caramelo vesánico y exquisito, para paladares selectos.




La isla de las almas perdidas (Island of lost souls)
Erle C. Kenton, 1932

La verdad es que San Carlos Laughton en su papel de Doctor Moreau se come la película entera. Morboso, pillastre –hay que ver qué mujercita pantera se apaña para satisfacer sus vicios- y cruel, jugando a ser dios escalpelo en mano y dispuesto a hacer caminar a las bestias a dos patas por las buenas o por las malas, el genial gordito encarna uno de los mejores mad doctors que en el cine han sido. Maravilla oscura y siniestra en la que Lugosi, secundario como si adivinase ya su posterior decadencia, se limita a predicar destrucción y matanza desde su irreconocible maquillaje de Hombre Fiera. Clasicote del mejor, cosecha RKO.



Dragones Negros (Black Dragons)
William Nigh, 1942

El Dr. Maëlstrom, cirujano plástico nazi, acude a Japón por orden de Hitler para transformar a cinco hijos del Sol Naciente, pequeñitos, jóvenes y de ojos muy oblicuos, en gruesos y sanotes hombres de negocios norteamericanos que se infiltrarán en Estados Unidos para ejercer de saboteadores. La venganza de un Bela irritado por el mal pago recibido impedirá que triunfen cuando estrangule a los traidores, los ahorque, los hipnotice hasta la catatonia o inyecte en sus cuerpos mortales virus que les conviertan en seres deformes. Un thriller disparatado hasta lo bufo, o lo que la Monogram entendía por cine convencional para todos los públicos.


Voodoo man
William Beaudine, 1944

Rituales nigrománticos conducidos por un George Zucco con túnica y plumas de gallina que entre calaveras y timbales intenta reanimar a la señora de Lugosi, una muerta que vegeta sin alma hace veintidós años; caserón aislado; troupe de tarados encabezados por un John Carradine tonto del haba y obseso sexual; voces grandilocuentes; cuarto de los inventos; un Bela ocultista, científico y con barbas de chivo; mozas zombies guardadas en vitrinas; hipnosis, modales afectados, sombras y portentos en cada uno de sus sesenta minutos, contados con pulso sabio y que logran hasta inquietar. Sin duda la joya de la corona de la Monogram.



El castillo de los misterios (You´ll find out)
David Butler, 1942

Ver a Bela parodiándose con humor, y no con efectos químicos y tristeza de más, disfrazado de medium farsante con turbante representando entre fanfarrias espiritistas un número ectoplásmico de barraca de feria, con la misma alegre ironía que aplican a lo suyo los otros componentes del Trío Maldito Boris Karloff y Peter Lorre, es espectáculo que valoriza por sí sólo esta comedieta de miedo no del todo reseca. Los tres grandes se compinchan para Matar Bella Heredera en Mansión Encantada, pero el músico Kay Kyser al frente de su orquesta de swing cómico les desbarata los planes, entre canciones y batacazos varios.


The return of the Ape Man
Philip Rosen, 1944

Clásico del cine sinvergüenza. No tiene nada que ver con la precedente The Ape Man. No hay ningún Hombre Mono, ni siquiera el gorila dibujado de los títulos de crédito. Ni actúa George Zucco, que también lo anuncian y es mentira. Sale un cavernícola que se encuentra Lugosi en la Antártida, congelado en un bloque de hielo y con pinta de Ángel del Infierno harapiento. Se lo lleva a su casa, y allí después de algunas cavilaciones, decide hacer lo que cualquier sabio sensato: transplantarle el cerebro de John Carradine y venga de hacer maldades con el pobre infeliz. Un disparate rutinario y decadente, esencia pura de serie Z.


The black sleep
Reginald Le Borg, 1956

Disparate máximo sobre un doctor aficionado al escalpelo y la lobotomía que conserva a sus deformes víctimas encadenadas en un subterráneo. El filme es torpón, y el pobre Bela da mucha lástima saliendo de mayordomo unos minutos, que ni habla de lo acabadico que está. Pese a todo, esta última película es adecuado colofón y metáfora inmejorable para la carrera del Rey del Horror. Se despide inmerso en la serie Z que le dio la gloria y arropado en homenaje freak por los más grandes colegas de su estirpe: Basil Rathbone, Lon Chaney, John Carradine, Tor Johnson y Akim Tamiroff , todos haciendo de monstruos y dementes, como manda la ley.


Return of the vampire
Lew Landers, 1943

Secreta obra maestra del cine de vampiros, gótica, sombría, artificial y sazonada con la pizca de locura que la receta requiere. Rodada con aires de major, Lugosi se mueve en ella como Pedro por su casa encarnando al malvado Armand Tesla, un depravado científico rumano del siglo XVIII que resucita en el Londres bombardeado de 1943. Ritmo pausado, interpretación majestuosa, fotografía y puesta en escena tenebrosas y solemnes. Y encima sale un hombre lobo que hace las veces de Renfield, y que convierte este clásico desconocido en el Dracula meets the Wolfman que la Universal nunca se atrevió a rodar.

1 comentario:

angeluco10 dijo...

Extraordinario artículo que me hace recordar tiempos pasados de maravillosas películas.Pero no sabía (o no recordaba) a Bela Lugosi haciendo de Igor en una adaptación de Frankenstein,sobre todo,teniendo en cuenta que Lugosi rechazó el papel de monstruo en la película de James Whale,papel que luego interpretó Boris Karloff.