Director: William Cameron Menzies. Con Richard Carlson, Veronica Hurst, Katherine Emery, Michael Pate. USA, 1953
La lección de hoy, queridos nietos, es que no deben tomar demasiado en serio todo de lo que leen por ahí . En una búsqueda por la red acerca de este filme que traigo a colación, un clamor casi universal lo califica de decepcionante a causa de su desenlace: no lo han entendido, pobrecillos. Tan grande como es, en realidad...
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¿Cómo no iba a ser así siendo obra de don Guillermo Cameron Menzies, el más genial director artístico de todos los tiempos, mago absoluto de la puesta en escena? Tiene gracias a su mano un aire como de los años treinta, con mansión envuelta en bruma, árboles retorcidos, pasadizos secretos, telarañas... de nuevo la escultura de las sombras, definiendo espacios físicos y estados de ánimo. Iconografía gótica tan canónica como su mismo argumento.
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Dos mujeres en apuros en una mansión misteriosa presidida por una laberinto. Una maldición familiar; un hombre, el anfitrión, que envejece veinte años en tres semanas; largos pasillos con siniestros criados que los recorren armados de candelabros... luces y ruidos nocturnos, como de chapoteo, de origen desconocido... y huellas de monstruo en las alfombras, cada mañana más visibles... terror de sombra y atmósfera, pautado y ortodoxo como debe ser. ¿Cuál es el secreto que atenaza el viejo castillo...? Nada se revela hasta que las señoras deciden penetrar una noche en el prohibido laberinto...
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Y aquí estalla la heterodoxia. Monstruosa, como me gusta a mí. En forma de una criatura que resulta ser el deforme y centenario antepasado del amo del castillo, quien está obligado a cuidarlo por los siglos de los siglos.... Nada menos que una rana gigante, caprichos de la evolución, que vive en el estanque centro mismo del laberinto misterioso. Batracio colosal que siente y razona como las personas, y que tras ridícula carrera perece al precipitarse desde una ventanal de la mansión.
Dicen los puretas que semejante final estropea chuscamente la atmósfera recreada: resulta por el contrario, colofón acertadísimo. El Hombre Rana proporciona a la película una lectura surreal, la eleva de lo que no era sino una muy correcta serie B hasta los altares exquisitos del Cine Loco y hace que este anciano pierda toda objetividad... Viva Cameron Menzies. Vivan las criaturas verdes de ojos saltones, por siempre jamás.
6 comentarios:
La verdad es que tipo de películas tenían algo especial. La rana es impagable XD
muy chulo el blog, llevo unos dias leyendolo, te enlazo en el mio
Saludos!
Gracias por sus halagos, señor Designz; correspondo a su cortesía haciendo lo propio con el suyo, me voy a verlo ahora mismo...
por el gran batracio verde, menuda peliculita!
Había oido hablar de ella, pero no he podido verla aún. Cierto es que ese final quizás no encaje con el restro de metraje pero.... ¿Val Lewton mezclado con Jack Arnold¿ Esto tiene que ser memorable, hombre!
Saludos!!
Así es, don Igor. Val Lewton mezclado, pero más que con Arnold, con Ed Wood!
Vaya pedazo de joya del maestro Menzies!
Me he escapado un momento de mi periodo vacacional y me encuentro con esta película!
La veré abuelito, sobretodo por la rana mutante del final!
Saludos!
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