Serie de televisión dirigida por William Witney y Franklin Adreon. Con Glen Gordon, Lester Mathews, John George, Laurette Luez, Clark Howard. USA, 1956
Hay días en que, si uno no fuera tan viejo, hasta le daría por creer en dios. ¡Pues no han empezado a programar en Canal Desván la maravillosa serie televisiva Las aventuras de Fu Manchú, emitida en Norteamérica en 1956! Cinco episodios lleva emitidos mi prodigioso aparato de los trece que son en total, parece mentira que tanta dicha sea posible...
Hay días en que, si uno no fuera tan viejo, hasta le daría por creer en dios. ¡Pues no han empezado a programar en Canal Desván la maravillosa serie televisiva Las aventuras de Fu Manchú, emitida en Norteamérica en 1956! Cinco episodios lleva emitidos mi prodigioso aparato de los trece que son en total, parece mentira que tanta dicha sea posible...
Televisión pre-pop, facturada por creyentes en el Género, de los que cumplen escrupulosa--mente cada uno de sus mandamientos. Subterráneos, pasajes secretos, cámaras de tortura, escenarios que remiten a tiempos en los que no caben distanciamien--tos o ironías. Y eso que faltan menos de diez años para que el escepticismo se cuele en el medio y las formas primigenias del folletín queden sólo aptas para parodias tipo Super Agente 86.
Desde su mismo arranque con Fu jugando al ajedrez, todo mantiene un aire de serial antañón, lo que no es raro siendo uno de sus responsables don William Witney, el más grande director de este tipo de filmes y responsable de joyas como Los tambores de Fu Manchu o Las aventuras del Capitán Marvel. Además, asoman caras conocidas para los fans más curtidos, las de los orientales Keye Luke (hijo de Charlie Chan en la serie del detective de Honolulú) y Víctor Sen Young, habitual tanto en esta última como en la del polizonte japonés Mister Moto, que interpretara San Pedro Lorre.
Glen Gordon compone un buen Doctor Fu Manchú. Aunque lejos de la grandeza de Karloff en La Máscara... o de Henry Brandon en The drums..., el oriental de mentiras conserva sus modales exquisitos y sibilinos, esa risita sádica como aguantada entre los dientes y un hablar mascullado, burlón y amenazador. Nunca aparece sin tener al lado a sus acólitos, la escultural Karamaneh y el enano verdugo Kolb. Este lo interpreta el gran John George, un actor diminuto de torva mirada, cuya larga carrera comenzase de la mano de Tod Browning en Garras humanas.
Festín de iconografías muy queridas, es un verdadero placer contemplar el devenir cotidiano de estos tres personajes en sus locas vidas, ora achicharrando a un infeliz, ora hipnotizando a una dama, acuchillando espaldas, desplazándose entre puertas lacadas, dragones de madera, laboratorios y mazmorras siniestras. Siempre los tres juntos, entregados fanáticamente a su causa desde que se levantan hasta que se acuestan.
Los argumentos son felizmente excéntricos, a pesar de su respeto escrupuloso por las reglas que el género impone. Hay robos de convoyes de oro; un extravagante plan destinado a contagiar a Occidente mediante partidas de melones envenenados; tramas para acabar con Naciones Unidas de un plumazo y desatar una guerra atómica... Veinticinco frenéticos minutos por episodio que alcanzan su cumbre en el titulado The Master Plan of Doctor Fu Manchú.
Nada menos que a Adolfo Hitler en persona tiene escondido el pérfido oriental en el cuarto de al lado. Metidito bajo una sábana, esperando que un cirujano plástico le cambie el rostro y pueda unirse a Fu Manchú para comandar juntos un nuevo amanecer nazi. Menos mal que el doctor Petrie y sir Nayland Smith acuden al quirófano recién abandonado y descubren el siniestro complot, gracias a que el equipo médico se ha dejado sobre la mesa de operaciones un ejemplar de Mein Kampf...
Hitler muta en un hombrecillo de rasgos severos que en cuanto se quita los vendajes se pone a gritar lanzando peroratas nacional-socialistas, antes de ser acribillado en su isla secreta a manos de unos comandos capitaneados por Smith, implacable némesis de Fu Manchú. Genuina ficción pulp hecha con honradez y convicción, lo que no puede decirse de otras que hoy gustan presumir de semejante etiqueta...
9 comentarios:
¡Vaya la de cosas que guarda usted en su Desván! Para mi las quisiera, pobre de mi, que viajo en burro y no en mula, siquiera de esas malas de alquiler que Cervantes nos pintara tan a lo vivo. Ya nos lo advierte usted, a primera vista, se me hace un poco raro ver al diabólico doctor encarnado por el Sr. Gordon. Todo lo contrario, la joven que representa el papel de la sicalíptica Karamaneh está como un tren. ¡Y qué me dice del mono! Ese si que tiene pinta de ser más malo que un nublado... Bonita y pulposa serie, si señor...
Sí, al estar cercana al serial, se respeta mucho el mundo de Sax Rohmer, que al fin y al cabo ya hizo éste intevenir al sabio Doctor junto a unos sosias de Hitler (al que mataba) y Mussolini en la novela "Los tambores de Fu Manchú" (cuyo argumento nada tiene que ver con el serial homónimo)... Personajes, ambiente y tipo de tramas se parecen mucho en esta serie de televisión a las literarias.
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colóquelo en el cursor e irá donde
puede descargarse gratuitamente uno de los episodios.
¡Carambolas, Abuelito! Es cierto, en uno de los fotogramas se adivina el siniestro perfil de John George, el inolvidable 'Cojo' de "The Unkown". Si a él sumamos la sicalíptica señorita que señala el sr. Altés, que está algo así como buenérrima... me sobra hasta el chino.
Disiento en un punto del comentario. No creo que la interpretación de Karloff, en su rol de Fu-Manchú, haya sido memorable, ni siquiera buena. Mientras Rohmer presenta a Fu-Manchú con un dominio excelente del idioma inglés, en el film Karloff utiliza un fuerte acento estereotipado, casi de chino de tintorería. Rohmer describe a Fu-Manchú con ojos verdes, y en el film tiene ojos negros. Rohmer siempre hace énfasis en la imperturbabilidad y frialdad de su personaje, mientras que en el film se lo presenta como alguien muy fácil de descolocar emocionalmente.
Como todos nosotros, tengo mucho cariño a Karloff, pero como decían los antiguos, "Yo soy amigo de Sócrates pero antes soy amigo de la verdad". Y, lamentablemente, el rol de Fu-Manchú fue mal interpretado por Boris.
Fu-Manchú es un personaje muy complejo y refinado, dotado de un auténtico esplendor diabólico en muchas ocasiones. Creo que, hasta la fecha, su mejor encarnación extraliteraria no ha sido un film, sino una historieta: su brevísima aparición en "The league of extraordinary gentlemen" (recalco: la historieta, no la olvidable película que se estrenó hace unos años).
Yo lo dejaría en que la de Karloff es una buena interpretación, aún diría más, una magnífica creación... que poco tiene que ver con el original literario. Lo mismo que ocurre por otra parte, con muchos de los personajes que pasan del papel al celuloide: piénsese en lo maltratado que ha sido el Tarzán de las novelas de Burroughs por el cine, o el Doctor Watson casi de risa creado por Nigel Bruce en la serie de Rathbone, irritante para unos y delicioso para otros. En estos casos, soy partidario de olvidar la ortodoxia libresca (de lo contrario no podría disfrutar de muchas de las grandes películas de terror clásicas) y lanzarse a gozar de las posibilidades de una nueva re-creación del mito. Me lo paso mejor así, qué le voy a decir...
Puestos a buscar Fu-Manchúes heterodoxos, traigo a colación al encarnado por el orondo Manuel Requena en la parodia que Ramón Barreriro rodó en España en 1946.
La cartela inicial proclama las intenciones de sus artíficaes:
"Ofrecemos aquí la historia de un comerciante oriental que se llamó Fulano Manteca Chupete, quien poniendo las primeras sílabas de su nombre y apellido creó y popularizó la marca Fu-Man-Chú con la que hizo mucho dinero e hizo también posible esta película”.
Don Álex de la Iglesia tiene pendiente su particular visión del mito.
Un voto para Henry Brandon, Sr. F.
Tomamos nota, señor Feliu, de su voto a favor de Henry Brandon,,, y nos quedamos con las ganas de conocer a Fulano Manteca Chupete!
Desgraciadamente de "El otro Fu-Man-Chú" parece no haber sobrevivido ningún material.
Atte., Sr. F.
Pero que mono más malo... ese sí es el mono más perverso que ha dado el cine.
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