THE LOST JUNGLE
Director: Armond Schaefer. Con Cyde Beatty, Cecilia Parker, Sid Saylor, Edward Le Saint. USA, 1934
Conforme me voy haciendo chocho y decrépito disfruto con mayor intensidad de los seriales. Mira que hay algunos capaces de dormir a un elefante -no es el caso del que traigo bajo el brazo-, pero aún así no hay quien me despegue del televisor en cuanto echan uno por el Canal Desván.
Todos con la misma estructura y formato, episodios de veintitantos minutos repletos de persecuciones, acción y perpetuo movimiento, en los que la prisa impera por doquier: la de los directores en acabarlo, la del productor en que sea más corto aún el rodaje, la del público en que llegue pronto a las salas, y la de los protagonistas que sean quienes sean corren siempre de un lugar a otro sin parar.
Este The Lost Jungle es canónico. Lo protagoniza el gran Clyde Beatty, un domador estrella del circo de los treinta la mar de simpático a quien me presentaron mis amigos del Circo Meliés cuando vino de gira por estos lares. Rodeado por gentes no del todo de fiar (además del típico amigo tontilón y graciosillo) el bueno de Clyde naufraga en una isla Arca de Noé, buena excusa para hacer convivir alegremente a sus tigres y leones amaestrados. Un tesoro, las ruinas de un templo, piratas modernos y una chica rubia completan el arco argumental.
Cándida hasta decir basta, es una gloria ver correr al domador y sus amigos del templo a la choza, de la choza a la jungla y de la jungla al templo. Y vuelta a empezar en cada episodio. Y aunque se repita más que el ajoaceite, todo es muy loco, con algunos hallazgos deliciosos; el mejor, un gorila que habita en las ruinas al que todos temen y que no cesa de gruñir y pasear malhumorado en cuanto ve aparecer a alguien (¿tal vez Ray Corrigan con su traje de simio de alquiler?). O el malvado traidor, que se disfraza de "sacerdote nativo" sin molestarse siquiera en ocultar su rostro. Y no digamos los obligados enfrentamientos de Clyde con las fieras armado de un palo y un látigo.
Simple como un botijo, ya les digo. Y encantadora a rabiar, muy recomendable para las almas sencillas que gusten estos placeres de a peseta.
2 comentarios:
estos placeres de a peseta es que no tienen precio.
menuda joya!
Finalmente seré yo quién le dé las gracias en nombre de Circo Méliès. El jefe de pista se encuentra levemente indispuesto y le ruega que disculpe la tardanza y no lo tome como descortesía.
Reciba un tirón de guedejas de sus revoltosos nietos
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