Director: Roberto Gavaldón. Fotografía: Gabriel Figueroa- Con Ignacio López Tarso, Pina Pellicer, Enrique Lucero, Mario Alberto Rodríguez. México, 1960
Se colaron, se ve, en los zurrones de los europeos que viajaron al Nuevo Mundo no poca cantidad de seres feéricos que colonizaron, a su modo, aquellas tierras. Las del Norte, perdiéndose entre los brumosos bosques y haciendo brujerías a la europea; las hispanas, como siempre, mezcladas a la fuerza con toneladas de catolicismo: es nuestro sino. En el Desván vamos a seguir el ejemplo de don Pablo Molino, y a las películas rusa y finesa de este mini-ciclo dedicado al Cuento, sumaremos por último este título capital, verdadero Clásico del Cine con mayúsculas proveniente de México: Macario es su nombre.
“Hay que tener consideraciones con los
muertos” –se dice en un momento del filme- “porque total pasamos mucho más tiempo muertos que vivos”. Especial
relación, única en el mundo, la que une a mejicanos y difuntos; no es de
extrañar pues que a la hora de escoger un relato del patrimonio popular europeo
para adaptarlo a tierras charras, el escritor Bruno Traven –el escurridizo
autor de El tesoro de Sierra Madre- se inclinase por “La muerte madrina”,
protagonizado por la Huesuda en persona y recogido en Germania por los Hermanos
Grimm. AQUÍ pueden leer, si gustan, el conciso relato original.
Cuenta la
historia de aquel mísero leñador que, negándosela al mismo Dios y al Diablo,
comparte su comida con la Muerte y recibe como recompensa un agua milagrosa
capaz de curarlo todo. Estética, modos, lenguaje, interpretación y puesta en
escena son netamente mexicanas. Y sin embargo, como sucede con las obras
maestras, tal cosa convierte al filme en más universal todavía: ir de lo
particular a lo general, creo que llaman a tan difícil arte.
Un México
el mostrado a caballo entre el ensueño y la vida, claro precursor de tanto
realismo mágico como vendría después. La pesadilla del protagonista, prodigiosa
secuencia plagada de calaveras, la celebración del Día de los Muertos con toda
su parafernalia festiva y siniestra, la omnipresencia de la Iglesia y de la
religión en general o la misma caracterización de Satanás como charro, Cristo
como ermitaño de blanco atavío -en los cuentos, el Crucificado sigue
recorriendo la tierra después de muerto, desde Mallorca a Bretaña se le encuentra-
o la Muerte campesina de poncho y huaraches: iconografía local que otorga al
relato certificado de autenticidad. Denunciado Macario a la Inquisición, que nunca el rico consintió la competencia del pobre, comienza su proceso solemne y macabro, como corresponde a la naturaleza esencialmente maligna del Poder. De las mazmorras y los verdugos a la Gruta de la Muerte, igualita a la que salía en Las Tres Luces de Lang, llena de velas que representan existencias, todo conduce al inevitable desenlace que a todos al fin ha de igualarnos. Cuento de sabor amargo como pocos, por eso mismo portador una visión poética inusual, con de un halo de misterio y fatalidad rara vez expresado en el cine con tal sencillez y verdad...
12 comentarios:
Gavaldón ha tenido muy mala prensa en el cine mexicano. Cayó en desgracia más o menos al mismo tiempo que el Indio Fernández y Grabriel Figueroa, acusado de hacer indigenismo exportable. No en vano, "Macario" fue la primera película mexicana candidata al Óscar.
Una mirada un poco menos ombliguista al cine proporciona mejores claves para disfrutar de esta comedia fantástica como se merece. Gracias por recordárnosla, venerable Abuelito.
Su nieto, Sr. Feliú
pd.- Sirva también de homenaje a la bella y malograda Pina Pellicer.
Abuelito: es un clásico del cine de mi país, sin emnbargo, es una pena que la juventud ya no la conosca, no les guts "lo viejo". La relación con la muerte es una cosa muy importante para nosotros, yo mismo me doy cuenta cuando en noviembre, comienzo a construir el altar en que todos los años les dejo su comida a los muertitos, y a uno que otro muerto de fuera: como a Miguel Hernández.
Esa caída en desgracia de los estetas mexicanos, acusados, en general, de no conectar con la realidad inmediata, propiciar el escapismo y no "comprometerse" es cosa muy propia de los sesenta, cuando también franceses como Marcel Carné sufrieron en su país la misma suerte...
A ver si hoy, libres de prejuicios -o eso intentamos- somos capaces de colocarlos de nuevo en el lugar de honor que les corresponde, señor Feliu...
El desinterés por el pasado, amigo Ernesto, es cosa tambnién corriente aquí en España, donde la historia está muy maltratada... Es lamentable, desde luego, que en su propia tierra no se conozca más este filme, con lo bello y universal que es...
A buen seguro Miguel Hernández agradece, o debiera, las viandas que usted le prepara en noviembre... qué hermosa costumbre!
hagase un feisbus abuelito,le queremos seguir muchos
Esta película es una de mis preferidas, gracias Abuelito por narrárnosla a los nietucos!
Lo del feibus me resisto como gato panza arriba, señor Anónimo... no por nada, sino porque bastante faena me da el blog, no se crea usted, que sacar tiempo entre las obligaciones, las devociones, las lecturas y demás vicios no es asunto fácil, se lo digo yo...
¡¡Grande verlo por estos pagos, señor Lavia!! Impacientes esperamos los nuevos boletines de Cinefanía...
película maravillosa... gracias por reseñarla y así haberme enterado de su existencia
Gracias a usted, don Diego... tal es mi objetivo: compartir maravillas... me alegro...
¡Gran película, abuelito! La vi hace unos años, durante una estancia en aquel país, y aún recuerdo con verdadero terror encontrarme pocos días después a un borracho de los que dan miedo, en plena Plaza Garibaldi, que se me acercó con cara de pocos amigos y lo primero que me dijo fue algo así como: "Hay una película viejita bien chingona que se llama Macario... ¿ya la viste?".
Por cierto, que hace poco leí un relato de Pedro Antonio de Alarcón titulado 'El amigo de la muerte' que tiene varios puntos en común con esta historia.
Un saludo de uno de sus muchos nietos.
p.
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