2012-06-14

10 heterodoxias españolas


DE OTROS FANTÁSTICOS





No es la nuestra una tradición literaria, según manda decir el tópico, inclinada hacia lo fantástico -al menos hacia lo que modernamemente se entiende por el género- como sí sucede en otros países europeos tan lejanos hoy: el español escribiendo tiene fama de austero y realista. Tal vez porque así fue, muy a su pesar, nuestro convulso siglo XIX.
Escarbando, sin embargo, se descubre un hilo oculto, una afición por lo irreal que puebla secreta la historia de las celtibéricas letras, no muy pródiga, desde luego, pero sí lo suficientemente numerosa para no echarla al olvido.
Tocan hoy algunos abanderados de otros estilos, a los que choca ver frecuentando los parajes extraños del fantástico.Y es que hasta gentes de lo más apegadas a lo real, y hasta a lo vulgar, como don José María de Pereda, llegaron a incursionar en estos territorios, picados por la curiosidad de lo brujil, tan ligada al ibérico solar...
O como el eximio Premio Nobel, el científico español, rara avis, don Santiago Ramón y Cajal, escritor aficionado a valerse de lo fantástico como parábola, cuento o lección moral, medien señores capaces de percibir lo infinitesimal a simple vista, sabios ávidos de manipular mentes o el mismísimo padre del espiritismo Allan Kardec, a quien convierte en uno de los protagonistas de La casa maldita.

Hasta don Pío Baroja, poco amigo de brumas e incertidumbres, se permite acercarse a los alrededores de lo gótico, bien que sin abandonar su socarrona sonrisa... Escapadas de los consagrados hacia mundos ajenos, como aquel Caballero encantado del inmortal don Benito, o este Morsamor faústico, frauiluno y aventurero de don Juan Valera, títulos cuya sola existencia parece hecha para desconcertar a los amantes de clasificaciones, etiquetas y taxonomías.



Don Wenceslao nunca quiso deshacerse, en sus acercamientos a lo fantástico, de esa sorna tan gallega que no puede evitar tomar la cosa a broma. Pero a él se le perdona con gusto, mientras siga urdiendo geniales parodias de ultratumba como Mi mujer, cuento que por cierto se incluye en su famosa antología de relatos Fantasmas, aquí traída en curiosa edición de bolsilibro. Algo fallera, la misma portada ya delata ese escepticismo tan nuestro, con el espectro bonachón y hasta miedoso de blanca sábana remendada.

La bohemia de la dictablanda gustaba cabalgar sobre lo equívoco, con súcubos, decadentes caballeros y lánguidas damas perversas, complementos más o menos fantásticos rara vez vistos más que como motivo estético. Don Emilio Carrere fue excepción, con ese Madrid castizo plagado de folletines vivientes  que muestra su clásico La torre de los Siete Jorobados. Edición esta en bolsilibro muy curiosa, donde algunas pequeñas irreverencias de don Emilio desaparecen por obra y gracia de la pacatería censora.

Heterodoxo por excelencia y vocación fue el ilustre gallego Vicente Risco, de temperamento místico y exaltado, nacionalista devoto de la tradición, la ortodoxa y la oculta, biógrafo de Satanás y autor de esta novela extraña y compostelana, protagonizada por obispos y demonios y escrita con la convicción y belleza de un códice. Heterodoxias, libros que abandonan el camino trazado, exotismos siempre agradables al paladar...

21 comentarios:

Anónimo dijo...

Abuelito, es usted un cudal infinito de sabiduria. Desde las incursiones mágicas del más célebre de nuestros histólogos a la pra mí desconocida novela de Risco, en la que quién sabe si o estará el secreto de la desaparición del Codex Calistinus, quizá envuelto en intrevenciones diabólicas.
Su desván se supera en cada entrada.

Paco Baena dijo...

Que maravilla de blog, que magia potagia la de este abuelito sabio que tantas joyas nos muestra. Y que sorpresa tan agradable descubrir a un premio Nobel entre esas novelistas olvidadas, ejemplo de buen hacer de tantos ilustradores de la primera mitad del siglo XX.

C. Rancio dijo...

Opino que la famosa asociación literatura española=realismo es más una imposición de los señores del 98 que una realidad. Se consigue mediante una poda sistemática del panorama literario. Cuando uno va a una historia exhaustiva, como los Orígenes de la novela de don Marcelino, se topa con lo fantástico a cada paso, y en el mismo siglo XIX, siglo por excelencia del realismo, abundan las obras fantásticas.

AJC dijo...

Caramba, don Abuelito, entre esa lista de títulos impropios de sus autores (más conocidos por cultivar otros huertos literarios, con la excepción de Fernández Flórez, que siempre tuvo un no sé qué de disparatado que lo hacía inclasificable), descubro nada menos que una obra atípica del castizo don José María de Pereda. ¡Quién lo iba a decir! Donde menos se espera, salta la liebre.
En cambio, respecto a esa versión minimalista de “La torre de los siete jorobados” y que usted presume truncada por la censura, tal vez no sea así del todo. Usted sabrá que don Emilio era un escritor prolífico y afamado, pero con una epidermis facial algo espaciosa, esto es, que tenía más cara que espaldas y uno de sus deportes favoritos era el de estafar a los editores. Así, para cumplir con un plazo ineludible que tenía suscrito con Juan Palomeque, el editor de “La novela corta”, recurrió a un subterfugio que luego el gran Vázquez elevaría a la categoría de arte: entregar una obra ya publicada, con el añadido de unos textos de aliño, retales de otras novelas e, incluso, hasta hojas en blanco. El señor Palomeque, una vez recuperado del síncope que debió provocarle aquel amasijo inservible e impublicable, exhortó a Carrere a que acabase como Dios manda la novela suscrita, pero el pícaro autor no debía andar desprovisto de fondos y se negó a cumplir el contrato. Por tanto, Palomeque no vio otra alternativa que entregar el laberíntico manuscrito a otro autor para que lo puliese y le diese forma. El elegido fue don Jesús de Aragón, que luego se convertiría en uno de los pioneros de la ciencia ficción patria. Y de este modo fue como “Un crimen inverosímil”, un relato que apareció dentro de la colección “La novela corta”, acabó convertido en toda una novela de doscientas y pico páginas (la edición de “La torre...” que poseo procede de la edición que sacó la editorial Mundo Latino en 1967, con una portada modernista y una extensión de 228 páginas. Todo este sermón viene a cuento de que, tal vez, la editorial Dólar echó mano no de la versión extendida de la novela ideada por Jesús de Aragón, sino de la obra primigenia concebida por el inconstante señor Carrere. Pero si se confirma que es una versión amputada, estaríamos ante el primer caso en el que se resume una ampliación.
En todo caso, recomendar la lectura de la novela y la visión de la película, una de esas obras maestras de nuestro cine patrio.

El Abuelito dijo...

Mucha gracias, señor Anónimo, pretende este blogo divertirme y divertir, intentando a pesar de ser lo contrario que manda mi provecta edad, no repetirse... mas tenga en cuenta cuando loo haga que el caudal puede ser infinito (que no loes ni mucho menos), mas los fondos documentales no lo son en absoluto, por grande que sea el Desván y atiborrado de papel que esté...

El Abuelito dijo...

Grandísimos ilustradores, señor Baena, como ese Alex Coll que firma las portadas de ramón y Cajal y Pereda, en edición de aquella diminuta Enciclopedia Pulga; o Rafael de Penagos, autor de la cubierta de "Mi mujer"; o don manolo Prieto, tan querido en esta casa, responsable del luciferino fraile de "Morsamor"; o... tantos y tantos como desfilan y desfilarán por este Desván...

El Abuelito dijo...

Creo, señor Rancio, que está usted en lo cierto. Nuestro romanticismo, con no ser tan rico como el teutón, es pródigo como manda el canon en aires fantásticos, de Bécquer a Alarcón pasando por otros menos conocidos como Pérez Zaragoza o Gaspar Núñez de Arce... Lo que sí es cierto es que a día de hoy pervive esa visión favorecedora del realismo y menospreciadora de lo fantástico aomo algo menor, vaya usted a saber por qué; aunque están apareciendo obras que desvelan ignotos autores de SF decimonónica (véase el catálogo de La Biblioteca del Laberinto, por ejemplo), empezando a ponerse las cosas más en su lugar...

El Abuelito dijo...

Conocía la curiosa génesis de la novela, señor AJC, que usted ha resumido tan ejemplarmente... Pero creo que en el caso de la edición de Dólar, los recortes -escasos pero significativos- apuntan en la dirección de una censura ejercida de forma oficial o tal vez por la propia editorial, a veces más papista que el Papa...
Vea este ejemplo de la primera página, segundo párrafo, en la canónica edición de Valdemar de 1998. Empieza así:
"Cuando se topa con un presbítero, se pone muy nervioso y se agarra al objeto de hierro que tenga más a mano, porque es cosa cierta que el contacto de este metal deshace el sortilegio de las sotanas. Si coincide con alguien pronunciando a un tiempo..."
Pues bien, en la edición de Dólar de Dólar toda alusión al mal fario que portan los curas ha desaparecido: el párrafo comienza en la segunda frase: "Si coincide con alguien pronunciando a un tiempo..."
Tiempos, los de Dólar, de defensa a ultranza de la ortodoxia...

Anónimo dijo...

Es evidente que todas las historias de la literatura son tendenciosas y siempre se recurre a la producción que justifican los aprioris que se quieren demostrar. Pero grande es la heterodoxia, como bien demuestra usted.

Otra historia es posible en un país que siempre ha denostado la cultura popular, que es, de hecho, la que más se vendía y la que más se consumía.

¿Cuánta obra menospreciada lleva la firma pseudónima de escritores que, viéndolas venir, prefirieron no mostrarse en público para no ser defenestrados?

WOLFVILLE dijo...

¡¡Pero cuanta gloria reunida!! No olvidemos que hasta alguien tan fuera de sospecha "fantastiqué" como Benito Pérez Galdos cultivó un rollo más imaginativo en algunos de sus relatos cortos.

Y hombre, Wenceslao se tomaría el asunto a cachondeo, pero también hizo con "El Claro del Bosque" uno de los mejores cuentos de vampiros de nuestra hispania. ¡Terrorífico y melancólico como pocos!

Curiosísimo lo de don Pio Baroja. Tengo que investigar ese título tan sugerente.

Gracias por el material, maese!!!

Alfonso Montaño dijo...

"El estudiante de Salamanca" de Espronceda, las "Leyendas" de Bécquer... ¿serían heterodoxias o serían parte de la vertiente fantástica del Romanticismo español de la primera mitad del siglo XIX?
Por otro lado, me ha agradado sumamente la aparición de Ramón y Cajal en el Desván; paradigma del científico abierto a todo, y polifacético.

miquel zueras dijo...

Desconocía por completo esa faceta de Ramón y Cajal cuya portada de "El fabricante de honradez" es puro delirio pulp. Curioso ese fantasma fumador de pipa. La portada de "Morsamor" parece que es de Prieto ¿Verdad? Saludos, Abuelito. Borgo.

El Abuelito dijo...

Qué razón tiene usted, señor March: la historia de la culrura popular conforma otro país, distinto del oficial que nos han contado...

El Abuelito dijo...

¡Carambola, señor Wolfville, se me había olvidado por completo ese Claro del Bosque leído en mis años mozos...!
Los cuentos fantásticos de Galdós están recogidos en una edición de Cátedra, si no recuerdo mal... poco inclinado a la temática fue el Maestro, pero a él la verdad es que ni falta le hizo, tan grandes son ya sus novelas contemporáneas...
Un abrazo!

El Abuelito dijo...

Yo a Bécquer, a Espronceda, a Pedro Antonio de Alarcón los situaría en la corriente fantástica oficial, señor Montaño... Heterodoxias son para mí las incursiones en el género realizadas por quienes menos lo espera uno, como puede comprobarse en las varias antologías españolas de relatos fantásticos, de las de López Ibor o José Luis Guarner en los 50-60 a la más moderna publicada por Valdemar (todas altamente recomendables, claro está...)

El Abuelito dijo...

En efecto es el gran Manolo Prieto el autor de ese demonio frailuno, o fraile endemoniado, que tanto da, señor Borgo...

Ricardo Signes dijo...

Excelente recopilación. Te agradezco especialmente el acompañamiento gráfico de las portadas. Es evidente que la historia de la literatura fantástica española de la primera mitad del siglo XX aún no está definitivamente estudiada ni escrita. Una lástima, desde luego, a pesar de algunso esfuerzos loables como la antología del género que publicó Valdemar. Añado un título a la nómina que nos prresentas: "El ladrón de glándulas", de Fernández Florez, y recuerdo la magnífica adaptación cinematográfica del gran Neville de "La torre de los siete jorobados".
Como siempre, un placer.
saludos.

El Abuelito dijo...

El placer es mío, señor Signes, de verlo por estos pagos... No conozco ese Ladrón de glándulas de Wenceslao; con semejante nombre va a ser cosa de localizarlo pronto, que ya sabe cuánto gusta eso de las glándulas a los mad doctors tan abundantes en este Desván.

Galderich dijo...

Ja, ja... no conocía ni uno. Esto si que es un pozo sin fondo donde emanan aguas frescas!

angeluco10 dijo...

Ha sido una enorme sorpresa esta reseña de autores tan "extraños" al género fantástico.
Muy agradecido por impartir esta nueva clase a sus nietucos.

Félix Castro Vicente dijo...

A poco que se escarbe aparece todo un mundo relacionado con lo oculto y la heterodoxia que con la restauración de la España beata y ultracatólica, el discurso de la cultura y religión oficial se ocupó muy bien de borrar de la memoria todo vestigio de esa España. Ramón y Cajal y muchos otros intelectuales de su época tuvieron también contacto con el ocultismo, por ejemplo, con la teosofía.