Director: René Clair. Con Jean Borlin, Dolly Davis, Albert Prejean, Maurice Schutz, Jim Gerald. Francia, 1925.
¡Qué cosas más raras está haciendo este señor Clair últimamente! Claro que mientras sean tan entretenidas como este maravilloso Viaje imaginario, habrá que dejarle rienda suelta. Un cuento de hadas moderno en el que cabe de todo: un poco de comedia, un bastante de terror, algunas gotas de vanguardia y un poquitín de surrealismo, trufado de referentes en la gran tradición europea.
Ecos que van desde El Asno de oro de Apuleyo a los cuentos de Hoffman o las derivaciones hacia lo irracional del reverendo Dogson- Carroll. Y si no saben quiénes son estos caballeros, hagan el favor de leer e instruirse, carajo, que yo no tengo ahora tiempo de explicárselo.
¡Qué cosas más raras está haciendo este señor Clair últimamente! Claro que mientras sean tan entretenidas como este maravilloso Viaje imaginario, habrá que dejarle rienda suelta. Un cuento de hadas moderno en el que cabe de todo: un poco de comedia, un bastante de terror, algunas gotas de vanguardia y un poquitín de surrealismo, trufado de referentes en la gran tradición europea.
Ecos que van desde El Asno de oro de Apuleyo a los cuentos de Hoffman o las derivaciones hacia lo irracional del reverendo Dogson- Carroll. Y si no saben quiénes son estos caballeros, hagan el favor de leer e instruirse, carajo, que yo no tengo ahora tiempo de explicárselo.
Este Viaje es la aventura onírica de un infeliz empleado de banco que intenta conquistar el corazón de su compañera de trabajo. Para ello no duda en meterse por un túnel subterráneo como aquel en que caía Alicia para ir al País de las Maravillas por el que llega al hospicio en que habitan las hadas jubiladas, palacio decorado con elementos fantásticos como son los globos y el espumillón.
A partir de aquí, una trama frenética con hadas celosas, gatos gigantes, señores que reptan por el techo de las habitaciones, desnudos semi integrales y metamorfosis final del protagonista en perro Bulldog. Como tal regresa a París junto a su adorada, nada más que para caer en el Museo Grevin donde los muñecos de cera cobran vida y cual siniestros zombies juzgan al perro y lo intentan guillotinar en escena antológica. Será entonces la figura de Charlot la que salve la situación… hasta que el durmiente chupatintas despierte de nuevo a su triste realidad.
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Todo ello rodado con una frescura, un desparpajo y una alegría contagiosas, fantasía pura, que no blanca, rara avis de la que frecuenta muy poquito las pantallas. A celebrarlo, pues...
5 comentarios:
El protagonista del que nos habla usted parece una versión adulta del Pequeño Nemo, ¿verdad?
...O también, ¿el primo gabacho de Randolph Carter?
Un cruce entre ambos, sin duda...
¡¡Esto es gloria pura, ciertamente!! El señor Clair si que sabía sobre rodar y dejarnos con una sonrisa en la boca.
Un saludo, abuelete.
Hubo un tiempo en que sólo tenían voto unánime como maestros del séptimo arte Griffith, Chaplin y René Clair. Su inspiración llega hasta la mismísima "Bienvenido, míster Marshall".
Coincido plenamente con el señor Wolfville. Disfruto lo mismo con "Entreacto" que con "Un sombrero de paja de Italia", con "El millón" que con "El fantasma va a al Oeste".
Recientemente se restauró su documental sobre la Torre Eiffel. Un puntín formalista para lo que solía.
Ésta que usted comenta hoy, venerable Abuelito, es, junto con "El fantasma del Moulin Rouge", de lo poquito que me queda por ver de monsieur Chomette. A ver si un día de estos me hago un programa doble, que me ha abierto usted -como otras veces- el apetito.
Su nieto, Sr. F.
¡¡Qué pintaza!!
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