INVISIBLE AGENT
Director: Edwin L. Marin. Con Jon Hall, Ilona Massey, Peter Lorre, Sir Cedric Hardwike. USA, 1942
Ya se acordarán ustedes que cuando aquello de la Segunda Guerra Mundial los personajes de ficción se pusieron a dar coscorrones a nazis y japoneses de los que incordiaban a sus públicos. El Hombre Enmascarado perseguía nipones por sus junglas, Tarzán enfrentaba en celuloide invasores germanos, Flash Gordon combatía futuristas fuerzas del Eje y hasta el Príncipe Valiente derrotaba a los hunos venidos de tierras bárbaras. Hoy que los alemanes son por fin dueños de Europa ya no tenemos héroes que vayan a la lucha: solo cabe apechugar con sus económicos varapalos como si de órdenes del mismísimo Führer se tratasen.
Se ve que en 1942 el talante era muy otro. Recién entrados los Estados Unidos en el lío, Hollywood puso a sus criaturas al servicio del ejército. Los monstruos del Sacro Panteón de la Universal poco podían en este sentido hacer: cuesta imaginar a Frankenstein, Drácula o el Hombre Lobo comportándose con el ápice de sentido común que el combate militar exige. Mas no todo iba a ser reposo: el Hombre Invisible, más cabal que sus compadres, allá que marchó a lucir el uniforme haciendo de agente secreto en la cuarta de las secuelas del filme de Whale.
Es este Invisible agent pura pirueta pulp, descenso de los altares de lo extraordinario a las llanuras de la acción pura. De la mano del guionista San Curt Siodmak, el de El Hombre Lobo, Frankenstein meets the Wolfman, La bestia con cinco dedos, La mujer y el monstruo, La novia del gorila, Tarzán y la fuente mágica, Curucú la bestia del Amazonas y diez mil glorias más del fantástico y la serie B, el nieto del Hombre Invisible original es lanzado sobre Alemania en misión secreta. Ha de contactar con Ilona Massey, agente británica que frecuenta la compañía de jerarcas nazis de bigotillo ridículo, rescatarla y llevarla de vuelta a la Gran Bretaña. Lo que se sigue es historia trepidante y hasta jocosa, entre germanos tontorrones y lúbricos, persecuciones, combates y delirantes efectos especiales del mago John P. Fulton, que una vez más pone al Invisible a fumar, comer o quitarse las ropas, esas cosas que los fans siempre aplaudimos a rabiar.
Dos malvados de quitar el hipo son los encargados de chinchar al héroe Jon Hall y aportar el imprescindible toque siniestro: Pedro Lorre el grande, haciendo como siempre el perturbado, sádico aristócrata japonés compinchado con Sir Cedric Hawdike, uno de los villanos con más clase que han dado las prolíficas Islas Británicas, (papá por cierto del actor que hiciese de Watson en la serie de Sherlock Holmes de Jeremy Brett), que hace aquí de jefazo de la Gestapo con su eterna mueca de superioridad y asco asomando en el pétreo rostro.
A mí, ya lo saben, todas estas secuelas de los grandes títulos de la Universal, pobres, carentes de la grandeza poética de las primigenias, sin pretensiones, medio locas, bien hilvanadas y contadas con alegría son algo que me hace perder el oremus, por muy mala fama que gocen en las historias oficiales del género, por eso procuro no perderme ni una. Que desdeñar el placer ha sido siempre el más imperdonable de todos los pecados.
Director: Edwin L. Marin. Con Jon Hall, Ilona Massey, Peter Lorre, Sir Cedric Hardwike. USA, 1942
Ya se acordarán ustedes que cuando aquello de la Segunda Guerra Mundial los personajes de ficción se pusieron a dar coscorrones a nazis y japoneses de los que incordiaban a sus públicos. El Hombre Enmascarado perseguía nipones por sus junglas, Tarzán enfrentaba en celuloide invasores germanos, Flash Gordon combatía futuristas fuerzas del Eje y hasta el Príncipe Valiente derrotaba a los hunos venidos de tierras bárbaras. Hoy que los alemanes son por fin dueños de Europa ya no tenemos héroes que vayan a la lucha: solo cabe apechugar con sus económicos varapalos como si de órdenes del mismísimo Führer se tratasen.
Se ve que en 1942 el talante era muy otro. Recién entrados los Estados Unidos en el lío, Hollywood puso a sus criaturas al servicio del ejército. Los monstruos del Sacro Panteón de la Universal poco podían en este sentido hacer: cuesta imaginar a Frankenstein, Drácula o el Hombre Lobo comportándose con el ápice de sentido común que el combate militar exige. Mas no todo iba a ser reposo: el Hombre Invisible, más cabal que sus compadres, allá que marchó a lucir el uniforme haciendo de agente secreto en la cuarta de las secuelas del filme de Whale.
Es este Invisible agent pura pirueta pulp, descenso de los altares de lo extraordinario a las llanuras de la acción pura. De la mano del guionista San Curt Siodmak, el de El Hombre Lobo, Frankenstein meets the Wolfman, La bestia con cinco dedos, La mujer y el monstruo, La novia del gorila, Tarzán y la fuente mágica, Curucú la bestia del Amazonas y diez mil glorias más del fantástico y la serie B, el nieto del Hombre Invisible original es lanzado sobre Alemania en misión secreta. Ha de contactar con Ilona Massey, agente británica que frecuenta la compañía de jerarcas nazis de bigotillo ridículo, rescatarla y llevarla de vuelta a la Gran Bretaña. Lo que se sigue es historia trepidante y hasta jocosa, entre germanos tontorrones y lúbricos, persecuciones, combates y delirantes efectos especiales del mago John P. Fulton, que una vez más pone al Invisible a fumar, comer o quitarse las ropas, esas cosas que los fans siempre aplaudimos a rabiar.
Dos malvados de quitar el hipo son los encargados de chinchar al héroe Jon Hall y aportar el imprescindible toque siniestro: Pedro Lorre el grande, haciendo como siempre el perturbado, sádico aristócrata japonés compinchado con Sir Cedric Hawdike, uno de los villanos con más clase que han dado las prolíficas Islas Británicas, (papá por cierto del actor que hiciese de Watson en la serie de Sherlock Holmes de Jeremy Brett), que hace aquí de jefazo de la Gestapo con su eterna mueca de superioridad y asco asomando en el pétreo rostro.
A mí, ya lo saben, todas estas secuelas de los grandes títulos de la Universal, pobres, carentes de la grandeza poética de las primigenias, sin pretensiones, medio locas, bien hilvanadas y contadas con alegría son algo que me hace perder el oremus, por muy mala fama que gocen en las historias oficiales del género, por eso procuro no perderme ni una. Que desdeñar el placer ha sido siempre el más imperdonable de todos los pecados.
17 comentarios:
Wow!!! me encantaría verla, realmente hay que saber apreciar. sAludos. Amishhi - juegos de mario
Hay cierta elegancia en esta pequeña película, pese a los toscos pasos de comedia del oficial nazi que intenta seducir a la doble agente.
Sobre todo recuerdo con placer la primera escena, en la imprenta del nieto del hombre invisible: el modo como emplean la luz en ese lugar pequeño y abarrotado, la refinada maldad de Lorre y Harwicke.
Gracias, Abuelito, por tentarme a volver a verla.
Don Alfonso, no sé porqué diablería cibernética ha desaparecido su comentario, si es culpa mía créame que ha sido sin quererlo en absoluto...
Tiene buena razón en decir que un filme con semejante reparto -y con el gran mago Fulton- ya es grande de por sí... De hecho uno de los grandes placeres de estas cintas es recrearse en esos pequeños matices que los grandes actores -nunca estrellas- aportan a sus personajes.
De Jon Hall, galán especializado en exotismos que repite como invisible en la última de la saga (Invisible man´s revenge) no me ha dado tiempo a hablar por no hacer el post demadiado largo; otro día lo traeremos por aquí en calidad de protagonista, que por alguien que fuese el Hombre León, Alí Baba o enamorado de María Montez no se puede sentir en esta casa más que veneración y respeto...
Estoy como el señor Moore. Hace eones que no reviso estas secuelas!! Como me de una de las mias, me tiro un mes entero flotando entre esas sagas. ¡Ah!
Verdaderamente la escena que evoca, señor Moore, se las trae... y es que entre la amenaza de guillotinarle la mano a Jon Hall, las pintas de los gangsters nazis y del improbable japonés Lorre y la exquisita fotografía e iluminación, se consigue un conjunto excelso, lejos del carácter pretendidamente menor de este filme...
Wolfville, a mí me pasa lo mismo, y sé que cada día que pasa me acerca a una gozosa revisión de el hijo de Drácula, La mano de la Momia, La venganza del Hombre Invisible o La Criatura camina entre nostros... Que no sé quién es el avinagrado que tan mala fama ha echado sobre semehantes perlas de la evasión y el fantástico más desprejuiciado.
El comentario lo suprimí yo mismo para corregir su redacción (soy perfeccionista para no cometer faltas de ortografía u otros errores en Internet ), y después volví a enviarlo, pero ya no lo vi más. Decía más o menos lo siguiente:
Pequeñas grandes películas. Reunir a Peter Lorre, Sir Cedric Hardwicke y John P. Fulton ya de por sí es una grandeza. Jon Hall no fue grande pero fue popular con "Alí Babá y los 40 ladrones" y otras de la serie de películas de la Universal de ambiente arábigo, en las que John P. Fulton creaba imposibles desiertos "kistch". Por cierto, que éste también fue quien realizó el truco de la apertura del Mar Rojo en "Los diez Mandamientos", con Hardwicke como el Faraón Seti.
Desde luego, en Hollywood son algo obstusos: ¡mira que hacer una película sobre un hombre invisible y luego buscarse un actor que lo interprete! ¡Con lo barato que saldría imaginar una historia en la que el hombre invisible lo fuese de principio a fin! En las carteleras, a la hora de anotar los nombres de los protagonistas, hubiera bastado con dejar un hueco. Algo así como cuando ponían que el papel de Santo, el enmascarado de plata estaba interpretado por Santo, el enmascarado de plata.
Ya comenté esa película en mi blog y realmente me gustó más de lo que esperaba con escenas muy logradas como la de el Hombre Invisible untándose la cara con crema de belleza para que su amada pueda verle. Lorre está fantástico como agente japonés. Por cierto que en el libro "Monster Show" de David Skal se cuenta que la primera versión de "La mujer pantera" de Val Lewton transcurría en un pueblo rumano ocupado por los nazis, sus habitantes por la noche se convertían en felinos expulsando a los invasores. Saludos. Borgo.
"Esas cosas que los fans siempre aplaudimos a rabiar" Efectivamente, hay cosas canónicas en las películas que siempre, siempre, siempre deben estar. En eso fallan muchas películas actuales que se creen rompedoras y son, simplemente, ignorantes.
Señor AJC, tiene usted más razón que un santo!! Nunca entendí cómo pudo lanzarse como estrella a Claudio Rains en el filme de Whale, cuando el pobre no sale al natural más que cuando está muerto...
Leí el libro de Skal, señor Borgo, mas no recordaba esa anécdota... y es que nazis y fantástico desde siempre han hecho en este universo nuestro tan bizarro, muy buena pareja...
Cuando se desvirtúa por completo un carácter, como en los últimos bodrios sobre Holmes o en el Jaime Bond de Daniel Craig, la industria no hace sino demostrar su incompetencia a la hora de "aggiornar" un personaje. Traicionar la esencia no es admisible en un mundo pautado como el del género, que necesita como el comer de la repetición y la iteración, que es una de las cosas que los fans como usted, saturnino, o como yo, más buscamos cuando acudimos a ver esta clase de producciones...
En esta ocasión discrepo con usted, Abuelito, en cuanto al estrellato de Claude Rains en el primigenio Hombre invisible. No olvidemos que el cinema sonoro estaba en sus albores en la investigación de las inflexiones de la voz humana con fines dramáticos. Precisamente la voz, que conviene oir en la versión original, es lo que da a Rains su mérito. Pero lo mejor son los efectos visuales de John P. Fulton, con su ingenioso modo de conseguir la invisibilidad mediante el fondo negro, en este primer film de Whale y en sus secuelas.
Como ultimamente siempre llego cuando ya hay más de quince comentarios poco me queda por decir salvo que estas reseñas me dan unas ganas locas de ver la película ahora mismo y no mañana ni la semana que viene.
Usted que aprecia la sencillez y corrección de estos modestos filmes la degustará sin duda... todas las secuelas de la Universal merecen la pena, sean del monstruo que sean; esta del Hombre Invisible es de las mejores, sin duda...
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