Director: Karl Freund. Con Peter Lorre, Frances Drake, Colin Clive, Isabel Jewell. USA, 1935
¡Hasta el hipo se me ha quitado, nada más salir los títulos de crédito, con ese reparto escrito en el cristal de una ventana que una mano rompe ante nuestras narices en contundente puñetazo! Y no digamos cuando la primera imagen muestra una recua de demonios atendiendo al público del Teatro de los Horrores, metiéndonos sin transición ni piedad en el expresionismo más sombrío y la gloria estética de la barraca de feria.
Sombras, sí, reflejos huidizos protagonistas de la película, metáforas de lo enfermo que se adueña del filme fotograma a fotograma. Ya conocerán la historia de Las manos de Orlac, con el cirujano que trasplanta a un pianista accidentado las manos de un asesino; lo menos cuatro versiones he visto yo este año.
Mad Love es un remake, pero condimentado y aderezado con especias tan fuertes que la convierten en exquisito manjar para los degustadores del cine insano. El ingrediente principal, Don Peter Lorre. Icono de lo perturbado, compone un papel sexual hasta el desquicio, insinuando orgasmos con sus ojos de sapo, tocando solitario el órgano mientras echa las babas frente al maniquí de cera de su adorada, o disfrazándose de monstruo resucitado con manos de acero.
Le acompañan Francis Drake, el hermoso objeto de sus repugnantes atenciones; Colin "Dr. Frankenstein" Clive, la viva imagen de la tribulación y el tormento haciendo de músico desdichado; y una criada dipsómana con un loro al hombro que guarda la casa del galeno y les da de comer moscas a sus plantas carnívoras.
Y qué decirles de la fotografía, de la puesta en escena, de la cámara viviente. Pues que fabrican una tras otra imágenes tan poderosas que sobrepasan a cualquier espectador de pura hermosura. Una joya genuina, cosecha de los años treinta, la mejor era que el fantástico ha dado. Para elevar sus espíritus, y hasta sus cuerpos, qué voy a decirles yo, que la he visto todo el tiempo levitando de rodillas frente a la Telefunken...
6 comentarios:
Una obra maestra absoluta, y poco más hay que hablar. Solo decir que entre un Lorre pletórico, una atmósfera intelectualmente malsana como pocas y un guión tan lleno de giros de los que nos gustan (teatros estilo "grandguiñol", estatuas de cera amadas, científicos locos enmascarados y amor fetichista, por poner unas pocas) estaba claro que solo podía salir una de las mejores películas de la historia del cine macabro (y no tan macabro).
Saludos.
¡que grande esa ceja levantada del Peter Lorre!
Déjense ustedes de paparruchas ( vocablo típicamente germánico éste de difícil traducción a sus ordinarios lenguajes barriobajeros ) y acudan al original, pues aunque la presencia de Herr Lorre es ciertamente peculiar y muy teutónica en ésta obra, el filme de Herr Wiene contiene más esencias enrevesadas, enfermizas y claustrofóbicas que poco tiene que ver con éste divertimento sonoro, el cual además y para más inri ( otra expresión típicamente germánica de difícil traducción al lenguaje ordinario mencionado anteriormente ) está firmado por todo un genuino teutón al cual se le debe una buena parte de la bella und Expresionista fotografía de los filmes más imprescindibles del cinema silente germánico y por extensión, de la historia del cinematógrafo.
Herr Graf Ferdinand Von Galitzien
¿Le conté, Abuelito, que mi señor papá (q.e.p.d.) le estrechó la mano a Peter Lorre? Debió ser a finales de los '40. Salía el eximio actor del Hotel Inglaterra sito en esta cibdat y, visto y no visto, allá que se dio de bruces con un sujeto de la catadura y desorden moral de mi progenitor. El apretón duró unos segundos, claro, ¡pero qué momento debió ser aquél! ¡qué momento, Abuelito!
¡¡La quieroo!! ¿Puede adquirirse, acaso, en el mismo Théatre des Horreurs?
Today is virtuous ill, isn't it?
Publicar un comentario