DE OTROS FANTÁSTICOS
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No es la nuestra una tradición literaria, según manda decir el tópico, inclinada hacia lo fantástico -al menos hacia lo que modernamemente se entiende por el género- como sí sucede en otros países europeos tan lejanos hoy: el español escribiendo tiene fama de austero y realista. Tal vez porque así fue, muy a su pesar, nuestro convulso siglo XIX.
Escarbando, sin embargo, se descubre un hilo oculto, una afición por lo irreal que puebla secreta la historia de las celtibéricas letras, no muy pródiga, desde luego, pero sí lo suficientemente numerosa para no echarla al olvido.
Tocan hoy algunos abanderados de otros estilos, a los que choca ver frecuentando los parajes extraños del fantástico.Y es que hasta gentes de lo más apegadas a lo real, y hasta a lo vulgar, como don
José María de Pereda, llegaron a incursionar en estos territorios, picados por la curiosidad de lo brujil, tan ligada al ibérico solar...
O como el eximio Premio Nobel, el científico español,
rara avis, don
Santiago Ramón y Cajal, escritor aficionado a valerse de lo fantástico como parábola, cuento o lección moral, medien señores capaces de percibir lo infinitesimal a simple vista, sabios ávidos de manipular mentes o el mismísimo padre del espiritismo
Allan Kardec, a quien convierte en uno de los protagonistas de
La casa maldita.
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Hasta don
Pío Baroja, poco amigo de brumas e incertidumbres, se permite acercarse a los alrededores de lo gótico, bien que sin abandonar su socarrona sonrisa... Escapadas de los consagrados hacia mundos ajenos, como aquel
Caballero encantado del inmortal
don Benito, o este
Morsamor faústico, frauiluno y aventurero de don
Juan Valera, títulos cuya sola existencia parece hecha para desconcertar a los amantes de clasificaciones, etiquetas y taxonomías.
Don Wenceslao nunca quiso deshacerse, en sus acercamientos a lo fantástico, de esa sorna tan gallega que no puede evitar tomar la cosa a broma. Pero a él se le perdona con gusto, mientras siga urdiendo geniales parodias de ultratumba como
Mi mujer, cuento que por cierto se incluye en su famosa antología de relatos
Fantasmas, aquí traída en curiosa edición de bolsilibro. Algo fallera, la misma portada ya delata ese escepticismo tan nuestro, con el espectro bonachón y hasta miedoso de blanca sábana remendada.
La bohemia de la dictablanda gustaba cabalgar sobre lo equívoco, con súcubos, decadentes caballeros y lánguidas damas perversas, complementos más o menos fantásticos rara vez vistos más que como motivo estético. Don
Emilio Carrere fue excepción, con ese Madrid castizo plagado de folletines vivientes que muestra su clásico
La torre de los Siete Jorobados. Edición esta en bolsilibro muy curiosa, donde algunas pequeñas irreverencias de don Emilio desaparecen por obra y gracia de la pacatería censora.
Heterodoxo por excelencia y vocación fue el ilustre gallego
Vicente Risco, de temperamento místico y exaltado, nacionalista devoto de la tradición, la ortodoxa y la oculta, biógrafo de
Satanás y autor de esta novela extraña y compostelana, protagonizada por obispos y demonios y escrita con la convicción y belleza de un códice. Heterodoxias, libros que abandonan el camino trazado, exotismos siempre agradables al paladar...