2010-11-29

Tres actualidades urgentes

...Una vez al año se prodiga últimamente; no es demasiado, como comprenderán... La publicación decana del fandom europeo, el depósito más rico en cine curioso, raro, desquiciado; la fuente de risa e instrucción -que no tienen ambas por qué estar reñidas- más grande que se factura en la península ibérica; aquella en la que este Desván vió la luz; la misma que más de veinte años después sigue empeñada en desasnarles e intentar abrir sus mentes... ¡¡¡HA SALIDO EL 2000MANÍACOS, CON UNA PORTADA DE QUITAR EL HIPO, así que no sé qué es lo que esperan para pedirlo a pipoelpayasoborracho@yahoo.es!!!

Un número especial Programas Dobles (que ahora les dicen grinjause o no sé qué palabreja tarantontaina), de aquellos de los que todo cinéfago se ha amamantado en su tierna infancia; con entrevistas a glorias del cine nacional (Piquer Simón, Antonio Ozores, Silvia Tortosa o la Cantudo, habituales del reestreno preferente) y extranjero, con un Umberto Lenzi o un Juan Waters, no por conocidos menos respetables, revisando toda su carrera ante los enviados especiales del Maníacos... Con un increíble informe acerca del cine más oscuro y degenerado de la hispana transición, algo capaz de poner los pelos de punta a cargo del erudito Ordel, factótum de Cine de Medianoche; o un repaso a los mejores programas dobles estrenados en los años veinte, treinta, cuarenta y cincuenta que suscribe el autor de estas líneas...
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MOTIVOS MÁS QUE SOBRADOS PARA HACERSE CON ÉL SIN EXCUSAS NI PRETEXTOS. ¡¡No descuiden su educación!! ¡¡Mucha falta han de hacerles en la vida los conocimientos maníacos al completo!! ¡¡Corran YA a por el último fanzineeeeee...!!
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Para gustar de otros manjares literarios aparentemente opuestos a estos cinematográficos, pero más semejantes de lo que a primera vista parece, pinchen ahora mismo AQUÍ y podrán hacerse con la preciosa edición en pdf de la deliciosa novela corta "Merceditas, la hija del indiano" pergeñada por el Maestro Francisco Espinosa "Sap" del imprescindible blogo La vida con esta gente. Don Sap ha creado una heroína que nada tiene que envidiar a las de los ilustres Luis de Val, Ortega y Frías o Pérez y Pérez, recreando al dedillo para gozo de quienes apreciamos los sabores intensos del pasado una historia rica en ironía, sutil y estremecedora. Y con ilustraciones, como las ediciones de antaño que tanto se añoran en esta casa... Mimbres viejunos que conforman exquisito bocado literario, entretenido y conmovedor como debe ser... Amantes del folletín, lectores curiosos, degustadores de perlas de ocultos matices, perversos contempladores de los sufrimientos del alma femenina... NO SE LA PIERDAN, que además es gratis!!
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La última de las conminaciones que hoy les hago se refiere a uno de los personajes preferidos de este anciano, luz y guía en sus momentos difíciles, bien que no sepa muy bien a qué puerto han de conducirle sus enseñanzas. Me refiero al mago Aleister Crowley, el Hermano Perdurabo, Príncipe Chioah Khan, Laird de Boleskine, Logos del Eón de Horus y no sé cuantas cosas más a cual más fascinante y digna de admiración. Don Jesús Palacios ha coordinado un volumen grueso y lleno de enjundia sobre la relación establecida entre el admirable señor Crowley (1875-1947) y el séptimo arte, editado por la Semana de Cine Fantástico de Donosti y que puede pedirse AQUÍ... Artículos profundos, que les ayudarán a comprender la obra confusa del Maestro Therion y hasta les enseñarán a ver el cine de otros modos y maneras... El Frater Preteritus est Clavis, que no es otro sino el nombre mágico de este Abuelito que les habla, contribuye al libro desvelando en obligado artículo las preferencias cinematográficas de Aquel que se hizo llamar la Bestia 666... Un documento de Alto Interés para el adepto y el Estudiante de lo Oculto, donde aprenderá a desvelar las claves iniciáticas de filmes como Il fauno (Febo Mari, 1917), Dornröschen (Paul Leni, 1917), Le Golem (Julien Duvivier, 1936), La Luz de Asia (Franz Osten, 1925) o El Mago de Oz (Victor Fleming, 1936). Todo un festín de conocimiento y sabiduría que sólo los muy necios se atreverían a despreciar. Desdeñen esa inadecuada portada con demonios de pega y sumérjanse en su contenido, como hacen los espíritus cabales de verdad...

2010-11-26

Yog, the Space Amoeba


GEZORA, GANIME, KAMEBA:KESSEN! NANKAI DO DAIKAIJU
Director: Inoshiro Honda. Con Akira Kubo, Atsuko Takahashi, Yukiko Kobayashi, Kenji Sahara. Japón, 1970.

Pocas cosas hay en el mundo capaces de fijar hipnóticamente mi atención de manera tan firme como un monstruo gigante japonés, grotesco y bautizado, que la cosa del nombre tiene su importancia, entregado a una de sus habituales orgías de destrucción. Que son catárticos, dicen los expertos. Y muy, muy bellos, añado en mi cándida ignorancia. Y eso que el kaiju es género moderno, en colores casi siempre, y muy identificado con la estética gloriosa del pop sesentero. Pero qué quieren, detrás de nombres como Godzilla, Guilala, Ebirah o Dogora cree uno adivinar una secreta y fascinante fuente de subterránea poesía. Y lo mejor es que en más de una ocasión, las películas así lo confirman...

Es el caso de este título de hoy, realizado cuando el género ya se desliza hacia la autoparodia y la infantilización más absoluta, y ojo que infantil ha sido siempre, pero no tan tontorrón y abyecto como en los setenta torna. No en vano dirige Inoshiro Honda, el creador primigenio de la estirpe de todos los Godzillas, esta especie de canto de cisne hoy olvidado.
Una suerte de masa de lentejuelas espaciales se introducen en una cápsula sideral exploratoria haciéndola retornar a la Tierra, cerca de una paradisíaca isla tropical. Por su influjo, aparece al poco una gigantesca sepia anfibia -uno de los bichos más bizarros del ya de por sí bizarrísimo bestiario pop nipón- aficionada a merendarse a la gente y hacer tropelías. Es gratificante espectáculo para los sentidos verla evolucionar por la selva, destrozando cabañas y poblados, antes de que la consabida expedición científica se encargue de atajarla.

Clasicismo y ortodoxia -conceptos que cuando se filma Yog aún caben en tan singular cine- presiden la canónica realización. Honda quiere contar una tragedia, un cuento de terror, no de risa como muchos de ustedes entenderían a la vista de las aberrantes criaturas que pueblan el metraje. Harina de otro costal es saber si tales pretensiones son posibles ante un público encallecido por el consumo previo de toda clase de monstruos y para quien estos filmes constituyen ya lenguaje propio sujeto a pautas y reglas.
Como es habitual en Honda, la gradación dramática es impecable, encaminada a proporcionar espectaculares apariciones de las criaturas -ese megacangrejoide surgiendo de las aguas-, con secuencias impecablemente resueltas. La ameba espacial -no otra cosa es la masa de lentejuelas- posee sucesivamente a un calamar, una especie de centolla, un hombre y una tortuga de armado caparazón. Y es que de nada carece este más que recomendable entretenimiento, último kaiju clásico, gloria superpop que incurre en todas las virtudes comunes del género, invasores alienígenas, explosión volcánica y combate entre bicharracos gigantes incluidos...

2010-11-22

Yo, Gorila

GORILA EN LA GUERRA
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Si hay en el tebeo español un héroe capaz de competir con Roberto Alcázar en simpleza, descaro, fauvismo gráfico, imaginación, inmediatez y cachondeo, ese es Gorila, el combatiente más bizarro de la Guerra de Corea nacido en las páginas de Hazañas Bélicas hacia 1960.

Eugenio Sotillos y el dibujante José Espinosa, alias Alan Doyer, se lo inventaron en los últimos cuadernos de la muy longeva Hazañas bélicas; no era más que un secundario de la serie Johnny Comando. Tanto fue el gusto que le cogió el público que pronto de Johnny el guapo no se supo más, y el cazurro Gorila conquistó título para él solito.

La guerra de Gorila era muy rara. Se iba hacia Corea y lo mismo aparecía en la Luna que en un castillo encantado de Escocia, viajando en autos voladores, departiendo con genios o sufriendo las iras de fantasmas, momias y extraterrestres. La consigna de Sotillos fue siempre sorprender, despreciando muy inteligentemente cualquier coherencia; el lector agradeció el empeño, y Gorila se convirtió en un pequeño clásico del pop nacional que abarcó la década de los sesenta y más allá.
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Gorila empezó obeso, los tiempos le fueron adelgazando; fumaba hasta dentro de la escafandra espacial y celebraba con colosales vasos de cerveza sus victorias, junto a su comparsa el silencioso cabo Long. Sus balas parecían no herir a nadie, pese a la profusión y entusiasmo con que las brindaba. Su Abuelito y Papá Gorila le hacían frecuentes visitas al frente, a matar todos juntos a invisibles soldados de Kim Il Sung, el "Querido Líder" coreano...

Qué quieren que les diga, una gloria del tebeo grotesco y popular, mamporros, chistes y extravagancias a duro cada semana. Si son capaces de apreciar manjar tan tosco, sincero y exquisito, otro día les sigo contando de esta criatura feliz y singular...

2010-11-18

Mistress of Atlantis

MISTRESS OF ATLANTIS
Director: G. W. Pabst. Con Brigitte Helm, John Stuart, Jean Angelo, Gibb McLaughlin. Alemania, 1932.

Ya que con la película anterior nos hemos metido en honduras atlantes, buen momento será este para informarles de la versión que el ilustre Georg Wilhelm Pabst facturase de la obra del escritor francés Pierre Benoit "La Atlántida", un auténtico superventas desde su aparición en 1919 que ya había sido llevado al cine al menos una vez en la plúmbea superproducción gabacha de Jacques Feyder rodada al año siguiente.

Nada menos que tres versiones filmó Pabst de esta historia, una en alemán, otra en francés y una tercera en inglés -ya saben que entonces no había doblajes-, todas igualitas a excepción de los mudables actores, repitiendo únicamente Briggitte Helm que da vida a la soberana del desierto del título. Del desierto, sí, porque al contrario de lo que las fuentes platónicas indican, no fue el continente perdido tragado por las aguas, sino que se hundió poco a poco en las arenas del Sahara.
Dos oficiales de la Legión Extranjera son enviados en misión de paz a contactar con los tuaregs. Se encuentran con un bereber moribundo a quien salvan la vida; traidor éste como el tópico tiene mandado a los de su raza, les conduce hasta una trampa mientras sus acompañantes son muertos uno a uno por las flechas de ocultos enemigos que acechan entre las rocas. Capturados por los atlantes -unos moros tan corrientes como cualesquiera otros- se los llevan a su escondida ciudad, lo que queda de la Atlántida.

Con decepción y sorpresa descubrimos que éste no es lugar hermoso, ni se parece remotamente al sitio mítico entre antiguo y colosal al que otros filmes nos han acostumbrado. Pabst es hombre poco dado al fantástico, y de su mano la Atlántida se convierte en un cochambroso oasis, cashbah dormida bajo el sol donde vegetan indolentes una decena de personas con chilaba, lugar en absoluto seductor en el que no caben alegrías ni extravagancias.




Gobierna tan desolado poblacho la gélida Brígida Helm, habitante de un modestísimo palacio subterráneo lleno de columnas, leopardos amaestrados y danzarinas semidesnudas que aportan el único toque exótico. No tardan los franceses en caer rendidos a los pies de la soberana, enredándose en una forzada y elemental trama de amour fou, celos y pasiones desatadas, único momento en que Pabst parece sentirse a gusto en una historia incapaz de satisfacer a los amantes de la aventura, sin llegar en ningún momento a recrear el ambiente irreal que el relato está pidiendo a gritos.



No cae el espectador en el hechizo. Las argucias de la antigua bailarina de can-can convertida en Reina de los Atlantes, narradas con mañas de cine mudo, resultan insípidas; no se encuentra en ningún momento el tono onírico preciso, hasta su culminación en un final desangelado, previsible y algo torpón. Estéticamente disfrutable en algunas secuencias -el lirismo de las escenas del desierto, el partido que se saca a los muy ascéticos decorados- resulta historia envarada y solemne muy lejos de los goces que proporcionasen las anteriores obras maestras de don Jorge Guillermo, con aquella imperecedera Caja de Pandora a la cabeza...

2010-11-15

Il gigante di Metropolis

IL GIGANTE DI METROPOLIS
Director: Umberto Scarpelli. Con Gordon Mitchell, Roldano Lupi, Bella Cortez, Omero Gargano. Italia, 1961
Dedicado a mi nietecito Piedras Blancas, que me guió hasta el Gigante

Un error fatal ha condenado desde su origen a Il Gigante di Metropolis al Limbo de las películas extrañas, fallidas, inclasificables. Creyeron los productores cuando contrataban a Umberto Scarpelli como director que la película que estaban financiando era un peplum, destinado a desbancar de la taquilla a los Hércules, Ursus, Macistes y compañía; así lo entendió también la crítica, buscando tres pies a un gato particularmente desconcertante. Como película de aventuras es fallida, sentencióse. Naturalmente, porque en absoluto lo es, aunque se diga lo contrario. Ni siquiera es filme de género.

Es, sin duda, producto fuera de época y como tal bien puede tildarse de extravagancia. Y es que el empeño de su director al afrontar el encargo fue facturar un filme expresionista que continúa los pasos de clásicos como Metrópolis (1927) o muy en especial La venganza de Krimilda (1924) varias décadas más tarde, en un mundo moderno que mal podía interesarse por tan anacrónicas pretensiones. Cine contra toda corriente.

Solo cuando se asume esto puede uno no extrañarse de encontrar unas interpretaciones que rehúyen cualquier espontaneidad; así se entiende porqué está ausente la narrativa ágil y funcional del género; queda justificado el estatismo, la artificiosidad, el antinaturalismo que impregna el filme. Composiciones y encuadres cuidados al máximo como un fin en sí, no puestos al servicio del relato; personajes hieráticos estratégicamente situados surgiendo entre las sombras de espacios imposibles; luces multicolores jugando el papel de elemento dramático; sobriedad y estilización en unos decorados que nada tienen que ver con las telas, purpurinas y columnas de mármol del peplum.

No se dejen engañar por los músculos del forzudo Gordon Mitchell, ni por los atavíos de los atlantes, mezcla de antigüedad clásica y ciencia ficción un poco como Flash Gordon (1936) o Phantom Empire (1935). Hasta el asunto mismo, la creación de vida y el logro de la inmortalidad, no desentonaría en cualquiera de los grandes títulos alemanes de Entreguerras, teñidos como éste de misterio y misticismos varios. Y respecto a las peleas, escasas y filmadas como si de representaciones teatrales se tratase, más había en la segunda parte de Los Nibelungos sin que por ello a nadie se le haya ocurrido conceptuar la obra de Lang como filme de acción.

Más descenso hacia los abismos del subconsciente que viaje justiciero a una Atlántida subterránea, los decorados protagonizan esta película singular y audaz, festín visual en el que poco importan los avatares de un argumento deslavazado. Y hasta obra maestra en lo estético, qué caramba, que pocos son los autores que partiendo de tan grandes expectativas alcanzan a colmarlas con creces. Disfruten ustedes si la encuentran (AQUÍ la venden) y combatan una vez más, mira que lo tengo dicho, cualquier clase de prejuicio.