2010-01-29

El F.B.I. contra las bestias del terror

F.B.I. contra las BESTIAS del TERROR

Asesinos de mujeres, casas embrujadas y criaturas de Frankenstein

Vampiros del aire, mad doctors, tanques humanos y chicas en peligro
Al rebufo del éxito de las novelas homónimas, la madrileña editorial Rollán decide lanzar en 1951 una colección de tebeos protagonizada por los intrépidos hombres del F.B.I. Luis Bermejo es su prodigioso ilustrador; consigue, ya ven ustedes, plasmar con claridad meridiana nuevas y viejas mitografías. Pulpos gigantes, espectros del más allá y émulos de Fu Manchú

Antes que Mulder y Scally, Jack, Sam y Bill, los protagonistas de estos tebeos, se enfrentaron a amenazas nada normales. Además de los consabidos gánsters, chantajistas, fulleros, secuestradores, revientapisos, atracadores, descuideros, asaltatrenes y demás ralea, buen cuidado tuvieron de frustrar los planes de diversos émulos de Frankenstein en persona, medir sus fuerzas con verdaderos espectros, aguantar el embite de mujeres fatales y hasta de devolver al redil al mismísimo hijo de King Kong, harto más crecido que en la última película en la que pudimos verlo.
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Amor, odio y sumisión...

El mismísimo Hijo de Kong

Contemplen con asombro estas portadas, pura esencia destilada de cuanto lugar común concurre en la imaginación española del fantástico de los cincuenta. Fascinada por América, queriendo transformarse en moderna, pero apegada en el fondo a los viejos clichés del género, del doctor loco al monstruo gigante pasando por la inevitable secta de asesinos orientales. Y por sus modos sinceros y expresos, prístinamente elaborados, como estas imágenes tan contundentes...

2010-01-26

Vaqueros contra monstruos - Dos

JESSE JAMES MEETS FRANKENSTEIN´S DAUGHTER
Director: William Beaudine. Con Narda Onyx, John Lupton, Jim Davis, Estelita. USA, 1965.

Atraída por una abundancia de tormentas eléctricas de las que no podía disfrutar en Viena, la científica demente María Frankenstein ha marchado a vivir al Oeste, en apartado caserón sobre una colina que domina, como lo hiciera el castillo de sus ancestros, un aterrorizado pueblo, en esta ocasión tex-mex.

Allí, bajo los obligados ventanales góticos, proclama con voz estentórea y ojos desorbitados sus malvados propósitos. Practica el transplante de cerebros, usando como conejillos de Indias unos mozos enclenques que se le mueren enseguida; y su máxima ambición es encontrar un sujeto corpulento a quien poder implantar un encéfalo que le legó su abuelo.


Porque más que hija, pese a lo que diga el título, es nieta de Frankenstein: hija de Basil Rathbone (con permiso de Donnie Dunagan) y nieta de Colin Clive. Y el cerebro heredado pertenece nada menos que a Igor, el jorobado admirador de sus antepasados, y aspira a colocarlo en cuerpo ajeno en su pequeño laboratorio, con aparatos de chispas como los de su abuelito pero de colores ridículos y muy venido a menos.
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Abajo, en el pueblo, se encuentra un decadente Jesse James a quien cuesta incluso hacerse tomar en serio, presto a dar uno de sus golpes asociado con matones de la más baja estofa. Tras la previsible traición perpetrada por sus compinches, el pobre Jesse va a parar a casa de doña María, donde pretende que curen a su compañero herido de bala, un gigantón musculado y botarate llamado Hank. Ni que decir tiene que desde un principio la doctora loca reconoce en Hank el sujeto ideal para alojar la mente del obediente y sanguinario Igor...

Ya ven, un argumento, ejem, ... poco convencional. Lo contrario que sucede con la realización, rodada eficazmente sin desperdiciar toma, toda de un tirón; con personajes, escenografías y situaciones que son puro arquetipo. Y sin embargo funciona adecuadamente, tanto al menos como cualquier otro western paupérrimo de la época. O como película de terror ortodoxa, modesta y vulgar, contada sin asomo de ironía, al contrario de lo que su chusco nombre puede sugerir. Claro está que todo son tópicos, hay exceso de diálogos y los actores andan algo desafinados. Pero qué quieren que les diga, entretiene, que es lo que pretende. No seré yo quien ose pedir más.

2010-01-24

Vaqueros contra Monstruos - Uno

BILLY THE KID vs. DRACULA
Director: William Beaudine. Con John Carradine, Chuck Courtney, Melinda Plowman, Olive Carey, Virginia Christine. USA, 1966.

Con bigote y perilla, vestido de negro, chistera, puños de encaje y chalina roja, Drácula viaja por el Oeste a bordo de una diligencia. Y no hay por qué extrañarse, ya los vampiros frecuentaron tal escenario antes en las muy notables Curse of the Undead (Edward Dein, 1959) y El pueblo fantasma (Alfredo B. Crevenna, 1965), así que nada tiene de raro que su mismísimo Rey se haya acercado por tales parajes, y más ahora, que por lo visto en este filme es capaz de pasear bajo la luz del sol como si tal cosa.



Entre mordisco a rubias teutónicas y mordisco a morenas apaches, el conde se encapricha de la foto de una muchacha, ingeniándoselas para hacerse pasar por su tío y yendo a vivir con ella al rancho que posee. La moza resulta ser nada menos que la novia de Billy el Niño, que trabaja en la hacienda como capataz: el enfrentamiento con el pistolero está servido.
Y no se demora mucho William Beaudine en resolverlo. Director que conoce sus años de gloria en el mudo, realizando superproducciones con estrellas como Mary Pickford, Beaudine no tarda en descender hasta los purgatorios de la serie B donde se instala cómodo durante años facturando películas humildes de modos perfectamente clásicos, como estas alegres incursiones en el Far West sobrenatural que firma en 1966. Que no dejan de ser, en el fondo, continuación de los denostados cócteles de monstruos de la Universal que tanto le gustaban a Paul Naschy... y a mí.
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Carradine trabaja en serio, componiendo un Drácula más cotidiano que el de Lugosi o Lee, pero exento de grandeza, felizmente lejos todavía del zarrapastroso conde que sólo tres años más tarde interpreta en la mexicana Las Vampiras (1969). El relato avanza fluido sin dejar de interesar, de lugar común en lugar común, tanto en su aspecto de western como de película fantástica.



No faltan tiroteos, ataques de indios, murciélagos de goma o muertas con marcas en el cuello, y es que este Billy the Kid vs. Dracula, más allá de su sensacional título y por previsible que sea, resulta honrada serie B y nada mediocre cuento de vampiros.

2010-01-20

Le Voyage imaginaire

LE VOYAGE IMAGINAIRE
Director: René Clair. Con Jean Borlin, Dolly Davis, Albert Prejean, Maurice Schutz, Jim Gerald. Francia, 1925.

¡Qué cosas más raras está haciendo este señor Clair últimamente! Claro que mientras sean tan entretenidas como este maravilloso Viaje imaginario, habrá que dejarle rienda suelta. Un cuento de hadas moderno en el que cabe de todo: un poco de comedia, un bastante de terror, algunas gotas de vanguardia y un poquitín de surrealismo, trufado de referentes en la gran tradición europea.

Ecos que van desde El Asno de oro de Apuleyo a los cuentos de Hoffman o las derivaciones hacia lo irracional del reverendo Dogson- Carroll. Y si no saben quiénes son estos caballeros, hagan el favor de leer e instruirse, carajo, que yo no tengo ahora tiempo de explicárselo.


Este Viaje es la aventura onírica de un infeliz empleado de banco que intenta conquistar el corazón de su compañera de trabajo. Para ello no duda en meterse por un túnel subterráneo como aquel en que caía Alicia para ir al País de las Maravillas por el que llega al hospicio en que habitan las hadas jubiladas, palacio decorado con elementos fantásticos como son los globos y el espumillón.

A partir de aquí, una trama frenética con hadas celosas, gatos gigantes, señores que reptan por el techo de las habitaciones, desnudos semi integrales y metamorfosis final del protagonista en perro Bulldog. Como tal regresa a París junto a su adorada, nada más que para caer en el Museo Grevin donde los muñecos de cera cobran vida y cual siniestros zombies juzgan al perro y lo intentan guillotinar en escena antológica. Será entonces la figura de Charlot la que salve la situación… hasta que el durmiente chupatintas despierte de nuevo a su triste realidad.
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Todo ello rodado con una frescura, un desparpajo y una alegría contagiosas, fantasía pura, que no blanca, rara avis de la que frecuenta muy poquito las pantallas. A celebrarlo, pues...

2010-01-15

Alimañas y mordiscos

Ya se lo advertí hace tiempo AQUÍ: antes de mutar en repelentes peluches o cantar como cretinas en las películas de Disney, las fieras salvajes se dedicaban a hincar mordisco. Dañinas, traidoras, esclavas de sus malos instintos, amigas de hacer correr la sangre humana.

Niños, ancianos, blancos y cobrizos: cualquier bocado es bueno para estas alimañas. En su exterminio no hay delito, como ahora, sino proeza y hazaña digna de ser cantada.

Bien a las claras lo muestra este album de lomo entelado y tapa dura de tiempos republicanos, en el que la casa TBO recoge algunas de sus muchas páginas dedicadas al tema durante los años veinte y treinta. Diminutas viñetas, exquisitamente compuestas, catálogo de banquetes en los que nosotros somos el plato.
Su dibujante más asiduo, el enorme catalán Serra Massana (de quien ya les mostré otras obras magnas AQUÍ), se complace en hacer sentir la fisicidad del mordisco. Casi nota uno, al ver estas imágenes insólitas, cómo unas fauces de hierro se cierran cruelmente sobre sus carnes...

Esta es la cubierta de tan instructivo volumen; les dejo además, para que pinchen encima y puedan regodearse a gusto, unas pocas páginas del album. Si son personas cabales, no pueden hacer otra cosa más que valorar este alarde de arte y sinceridad. Nada de imágenes edulcoradas del mundo: comer o ser comido, tal es la ley, qué le vamos a hacer...
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